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La disrupción en los medios de pago
La concepción de los medios de pago nace de la necesidad humana de contar con mecanismos ágiles que le permitan adquirir bienes o servicios. Esta necesidad está estrechamente relacionada a la historia económica del hombre, pues la humanidad ha tenido que satisfacer sus necesidades múltiples y de importancia diversa, a través de medios escasos. En este sentido, los medios de pago nacen para reflejar el valor relativo de distintos bienes y resolver el problema de coordinación de los agentes en su intercambio.
La historia de la humanidad nos ha conducido a una sofisticación gradual de los medios de pago, desde los primeros pasos con mecanismos primitivos como el trueque, la forma más antigua de comercio, que imponía la enorme complicación de que existiera coincidencia plena de necesidades entre las partes involucradas.
Para el siglo IX a. C., la humanidad incorporó la sal, las semillas de cacao, conchas de mar, y otros bienes como una medida de cuenta para llevar a cabo transacciones. Estos objetos fueron el primer precedente del medio de pago más común en la historia, el dinero.
Ya en el sigo VI a. C., en tiempos del rey Creso de Lidia (hoy territorio de Turquía) se observó el primer uso de monedas de oro y plata con distinto valor y circulación general para realizar transacciones.
Actualmente, después de más de 2,500 años, los medios de pago involucran alternativas virtuales, dispositivos inteligentes, criptografía y las ventajas de la conectividad inalámbrica que han permitido desmaterializar los billetes y monedas, históricamente, el principal medio de pago en todo el mundo.
En sí mismo, el uso de efectivo ha permitido el intercambio de bienes y servicios en todas las economías. Sin embargo, hoy existen medios más eficientes desde el punto de vista de todos los agentes: usuarios, reguladores y proveedores.
¿Por qué buscaríamos transitar a medios de pago sin efectivo? Porque significa una mejora en la eficiencia al realizar operaciones, permite a los usuarios y proveedores realizar y recibir pagos sin tener que acudir a medios físicos en un mayor entorno de seguridad y permite a las autoridades tener un rastreo más certero y oportuno de las transacciones, previniendo el uso de efectivo en actividades ilícitas e incrementando su capacidad recaudatoria. Esta transición es paulatina y requiere de infraestructura específica para ello.
De acuerdo con estadísticas de MasterCard Advisors, en el 2013 existían economías donde 99% de las transacciones se efectuaron en efectivo, tal es el caso de Egipto y Perú. En nuestro país, el uso de efectivo sigue siendo dominante entre los medios de pago, representando 96% de las transacciones. Sin embargo, en países como Holanda o Singapur, apenas 39% y 40% de las transacciones, respectivamente, se realizan en efectivo; a nivel global, cerca de 85 por ciento.
Como lo he escrito en este espacio, de acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Inclusión Financiera, 29% de los adultos mexicanos prefiere pagar en efectivo por costumbre, y otro 23% adicional lo hace por desconfianza a las tarjetas de débito. Es decir, al menos en el caso de México, tenemos que trabajar mucho en la confianza que tiene la población a los medios de pago alternativos al efectivo, así como en la generación de hábitos para su uso a partir de mecanismos compatibles por incentivos.
En el mundo observamos un esfuerzo constante para modernizar los medios de pago y reducir cada vez más el uso de efectivo. Según un informe de Business Insider Intelligence, los consumidores y las empresas realizarán 841,000 millones de transacciones sin efectivo en todo el mundo en 2023, frente a 577,000 millones del 2018, un aumento de 46 por ciento.
El paso inmediato en este camino es la adopción de tarjetas de crédito y débito, tanto por parte de los usuarios como de los proveedores. En este sentido, y como también ya lo he comentado con anterioridad, es necesario contar con una red de terminales punto de venta (TPV) disponible en todos los sectores y niveles socioeconómicos del país.
En este sentido, un paso importante en la dispersión de TPV es la inclusión de los llamados agregadores de pago, que permite incorporar a comercios con baja facturación. De acuerdo con Banco de México, al cierre del 2017, 27% de las TPV en establecimientos corresponden a agregadores de pagos.
Sin embargo, estamos siendo testigos de una tendencia a la desmaterialización de los medios de pago en el mundo. En primer lugar, son notables los esfuerzos de plataformas como el de la estadounidense Apple Pay o la surcoreana Samsung Pay, que digitalizan las tarjetas de crédito o débito de un usuario y permiten realizar pagos utilizando la tecnología contactless (NFC) de un smartphone.
Pero la desmaterialización no termina aquí. El siguiente paso es cuando el usuario y el receptor de los pagos aprovechan los servicios virtuales para que únicamente se utilice un dispositivo inteligente con conexión a Internet para llevar a cabo una transacción. Éste es el caso de las billeteras digitales o eWallets, que combinan la digitalización de servicios bancarios, la capacidad de almacenar dinero virtual sin ser un usuario bancarizado, así como la incorporación de tecnologías como la lectura de códigos QR para llevar a cabo transacciones de forma inmediata.
Hoy es cada vez más común que se desarrollen nuevas modalidades de eWallets, desde aquellas que desarrollan los mismos bancos y que buscan incursionar en el mercado virtual de pagos, hasta otras desarrolladas por startups que permiten a usuarios no bancarizados, aprovechar las ventajas del uso de dinero virtual.
Este tipo de medios de pago está proliferando porque tiene un enorme potencial para que sus usuarios transiten hacia un ecosistema abierto de servicios financieros. Es decir, les permite pasar de una estructura rígida donde los servicios financieros innovan en el marco tradicional bancario (créditos, seguros, afores, etc.) hacia un ambiente abierto que ofrece naturalmente cada vez más servicios (movilidad, ecommerce, reservaciones, etc.), conforme los usuarios los van necesitando.
Como en cualquier ecosistema, todos los jugadores forman una pieza clave en su proceso de evolución. En los medios de pago nada está dicho. Al ser un sector que evoluciona a la par de las tendencias tecnológicas, nos encontraremos en unos años con soluciones inimaginables hoy.
Lo único concreto es que las economías del mundo necesitan transitar hacia medios de pago más eficientes, medios que disrumpan las barreras dadas por las fronteras entre países, la disponibilidad de infraestructura y la distancia entre emisores y receptores de pagos.