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La pobreza ante períodos de crisis económica
Hace unos días (10 de junio), el Banco Mundial, en su informe de perspectivas económicas mundiales, mencionó que existen inquietudes sobre una estanflación mundial, basada tanto en la disminución del crecimiento mundial, como en el crecimiento de la inflación causado por la lenta recuperación de la demanda mundial, los cuellos de botella en la oferta y el alza de los precios de los alimentos y la energía. Incluso, menciona cierto parecido con lo ocurrido en la década de los 70, aunque indica que hay diferencia en que actualmente los precios de los alimentos y de la energía continúan siendo más bajos, los bancos centrales tienen metas de inflación adecuadamente establecidas, tienen mayor autonomía operativa y credibilidad.
De darse el caso, ¿qué implicaciones sobre la pobreza tendrían estos escenarios de estanflación, aunados a la expectativa de la quinta ola de Covid-19?
En principio, el concepto pobreza podría ser ambiguo, ya que existen diversas formas de plantearla y de medirla; por un lado, puede ser a partir de definir un nivel de ingreso disponible para adquirir una canasta de bienes y servicios “mínimos necesarios” y/o, por el otro, se pueden considerar “carencias sociales” relacionadas con la educación, servicios de salud, seguridad social, vivienda o alimentación, entre otros. En el caso de México, en 2020 (con pandemia) el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) calculó que:
- El 52.8% de la población en México no tenía ingresos suficientes para adquirir bienes y servicios necesarios para satisfacer sus necesidades básicas (alimentarias y no alimentarias) (pobreza moderada),
- El 17.2% no tenía suficientes ingresos para comprar alimentos indispensables para una nutrición adecuada (pobreza extrema),
- El 67.7% tenía al menos una carencia social.
Considerando lo anterior, un incremento de los precios generalizados (inflación), por encima de los incrementos en los ingresos per cápita de los hogares y del número de ocupados (por un crecimiento lento), además de aumentar la población en pobreza, para los que la viven, la profundizaría; en lo que respecta al aumento, en 1968 la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) presentó cálculos en los que el 41.7% de la población en México no podía adquirir una canasta alimentaria (metodología de Altimir).
Por otro lado, se mencionan algunos ejemplos de las problemáticas a las que se enfrenta la población en pobreza:
Las “trampas de pobreza” (cuando la pobreza actual es causante de la pobreza futura) causadas por la falta de alimentación y nutrición, en la educación y el empleo. En particular, éstas se podrían exacerbar por los efectos que tuvieron las medidas de aislamiento en el aprendizaje, en las tasas de rezago y en el abandono escolar.
Considerando que la población en pobreza generalmente no tiene o tiene limitado acceso a los mercados financieros, en periodos de crisis hay una alta dependencia del endeudamiento informal, con los riesgos y costos que estos representan.
En crisis podría aumentar el sector informal con posibles afectaciones en el ahorro para el retiro de esta población.
Posibilidad de choques en el ingreso por gastos en salud y/o imposibilidad de laborar por Covid-19.
Mayores retos al contar con población vulnerable en el hogar (adultos mayores, personas con alguna discapacidad, hogares monoparentales con hijos, entre otros) y/o estar ubicados en zonas rurales, marginadas y/o con riesgos y afectaciones por el cambio climático.
Finalmente, nos encontramos ante expectativas que se han ido materializando y que podrían incrementar la dificultad de los desafíos actuales que se tienen en el entorno económico, por lo que, tanto el sector público, como el privado y el social tendrán que generar esfuerzos adicionales coordinados para enfrentarlo.
*El autor es economista senior de BBVA México.