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Opinión

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La renuncia de Nicolás Maduro

En 10 años, chavistas le han quitado ocho ceros a la moneda; reconocimiento de un fracaso.

Nicolás Maduro intentó aplicar una sesión de terapia de choque psicológico a nivel nacional eliminando cinco ceros a la moneda. No se trata de una medida económica porque a la ciencia que estudia la escasez no se le domina a través de la psicología, sino de la sensatez racional. 

Venezuela tendrá que reconocer lo ocurrido el pasado 17 de agosto como el viernes rojo. El día en que su moneda sufrió una devaluación de 2,300%; es decir, pasó de 248,833 bolívares por dólar a 6’000,000 de bolívares por dólar. Los números son gigantes si los comparamos con el viernes negro que vivió el presidente Luis Herrera Campins el 18 de febrero de 1983, cuando la moneda sufrió una devaluación de 74% al pasar de 4.30 a 7.50 bolívares por dólar.

Al sufrir una estanflación, es decir, un estancamiento económico combinado con una carrera a muerte entre precios y salarios, lo único que le queda a Maduro son dos acciones: pedir ayuda financiera a organismos internacionales porque en su país ya no quedan dólares y, acto seguido, renunciar a la presidencia. Cualquier otra opción representa adentrarse súbitamente al final de un laberinto.

El chavismo le ha eliminado a su moneda ocho ceros en 10 años, una estrategia que, si bien es cierto evita que los venezolanos carguen bultos de billetes para comprar un café, revela la erosión que ha sufrido el valor del dinero.

Es Maduro el principal culpable de la debacle económica que vive el país. Desde hace varios años, el gobierno intervino en el mercado cambiario dejando a la ficción hacer su trabajo. Simuló que el bolívar tenía un precio fijo, pero en las verdaderas transacciones sólo se podía comprar en el mercado negro.

En julio del 2016, le comenté a Henrique Capriles, en las oficinas de su partido en Caracas, que en el ambiente se sentía algo especial que podría pasar, una especie de desenlace que no necesariamente sería bueno para la democracia. Por algunos segundos, el que fuera un referente de la oposición se mantuvo en silencio. Después, me dijo: “Sí y ese ‘algo que va a pasar’ no me gusta. Así como tú lo dices, algo va a pasar y no me gusta” (El Economista, 28 de julio del 2016).

En julio del 2016, la oposición preparaba la ruta crítica para realizar un referéndum revocatorio en contra de Maduro, acto constitucional que el presidente no permitió que se realizara. En el 2016, estaba lejos aún uno de los actos más execrables de Maduro, la creación de una asamblea ficticia. Tampoco su policía había asesinado a 163 manifestantes en un lapso de abril a agosto del 2017.

El éxodo de venezolanos no había llegado a la cifra de 2.3 millones. Las familias con recursos económicos viajan a Florida y los clasemedieros y jodidos lo hacen a Colombia, Perú y Ecuador. 

Demasiado tiempo haciéndose pasar como demócrata. Demasiados años robando desde el Palacio de Miraflores. Demasiados ladrones a su alrededor. Qué decir de Diosdado Cabello y de los hermanos Rodríguez, Delcy y Jorge.

Mañana, Maduro estará más solo. Duque, Macri y Benítez ya acordaron llevar el caso de los crímenes al Tribunal Internacional de Justicia. Por cierto, México no irá con ellos.

El eje chavista ha muerto, pero Maduro no lo reconoce.

Twitter: @faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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