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Opinión

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La sanción más inteligente de la UE a Rusia

Ante la agresión de Rusia en Ucrania, los líderes de Europa han estado luchando para idear “sanciones inteligentes”, medidas que inflijan el máximo castigo a Rusia y la mínima contrariedad posible a la Unión Europea. Un arancel sobre las importaciones de gas de Rusia tiene mucho que recomendar en la circunstancia actual.

FLORENCIA – Las fuerzas rusas continúan bombardeando indiscriminadamente las áreas civiles de Ucrania y para la Unión Europea -o sus estados miembros en forma individual- prohibir la importación del gas de Rusia es una cuestión cada vez más urgente. Aunque Estados Unidos ya dio ese paso, la prohibición en Europa -que el año pasado compró casi las tres cuartas partes de las exportaciones rusas de gas natural- perjudicaría mucho más los esfuerzos bélicos de Putin.

Pero prohibir la importación de gas ruso también tendría consecuencias muy graves en el corto plazo para Europa, al punto que podría no ser sostenible. Afortunadamente, existe una alternativa que minimizaría los trastornos económicos en la Unión Europea: el bloque puede introducir un arancel para las importaciones de gas ruso.

En épocas normales ese arancel violaría las normas de la Organización Mundial del Comercio, pero, considerando la agresión de Rusia, la Unión Europea podría invocar la exención por motivos de seguridad nacional incluida en el Artículo XXI del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio. Además, Rusia impuso desde hace mucho un impuesto del 30% a las exportaciones de gas. La Unión Europea puede afirmar que su arancel a las importaciones sencillamente compensa esa distorsión.

Un arancel energético específico se podría implementar casi de la noche a la mañana y ofrece significativas ventajas políticas. Equilibraría el mandato de imponer costos a Rusia con la necesidad de garantizar que los europeos no tengan problemas para conseguir combustible. Facilitaría la reducción -y eventual eliminación- de la dependencia energética europea de Rusia. Y, debido a que el arancel se implementaría al nivel de la Unión Europea, proporcionaría una prueba tangible de que los países miembros pueden actuar conjuntamente.

Un arancel sobre las importaciones de gas ruso también sería un paso importante para refutar la acusación de que Europa estuvo financiando la guerra de agresión rusa con sus compras de energía. Los países europeos con alternativas disponibles al gas ruso cambiarían inmediatamente de proveedores. Y aunque los países que carecen de esas opciones continuarían comprando gas ruso de momento, recibirían una señal poderosa y continua a través de los precios para diversificar sus compras con el tiempo. La demanda europea de gas ruso caería lentamente al principio, pero el ritmo de su disminución se iría acelerando.

Resultaría útil que un arancel de la Unión Europea proporcione a las empresas un fuerte incentivo a largo plazo para ofrecer una opción mejor. Si la Unión Europea deja en claro que el arancel se mantendrá mientras continúe la agresión rusa contra Ucrania, los potenciales proveedores de gas en todo el mundo tendrían motivos para buscar nuevos proveedores o invertir más en la explotación de las reservas existentes.

Mientras tanto, un arancel sobre las importaciones de gas ruso produciría ingresos sustanciales para la Unión Europea. En una época en que los precios de los hidrocarburos son elevados en el mundo, un arancel del 30% sobre el valor del gas ruso podría aportar fácilmente entre 30,000 millones y 50,000 millones de euros (entre 33,000 millones y 55,000 millones de dólares) al presupuesto de la Unión Europea (en términos anuales).

Más allá de financiar la asistencia para los europeos vulnerables que sufren los precios más elevados del gas, esos ingresos se podrían usar para brindar más apoyo al gobierno de Ucrania y sufragar los costos de atención de los refugiados de ese país. Si cada refugiado necesita aproximadamente 5,000 euros para sus gastos de manutención y alojamiento, y entre 3 y 5 millones de ucranianos buscan refugio en la UE, la Unión enfrenta un costo de entre 15,000 millones y 25,000 millones de euros.

Poco podría hacer Rusia para evitar el arancel. Considerando el volumen de gas ruso que compra, la Unión Europea tiene un poder monopsónico considerable. Los demás clientes sencillamente no comprarían lo suficiente como para compensar una pérdida tan grande. Esto incluye a China, que ya hizo compras sustanciales de gas a Rusia y no querrá aumentar su dependencia de ella.

Las ventajas económicas de aplicar un impuesto a las importaciones del gas ruso son claras. El 30% que ya aplica Rusia constituiría un punto de partida razonable. El temor a que los precios del gas en Europa también aumenten en la misma proporción es infundado, ya que Rusia tiene pocos clientes alternativos y se vería obligada a aceptar precios menores. En la medida en que los precios aumenten un poco en la UE, el costo para Europa debiera ser menor en última instancia, porque los ingresos por el arancel quedarían en la UE. Además, imponer el arancel podría calmar a los mercados, ya que ofrece una salida al tiempo que evita la prohibición total de las compras.

Esto nos lleva a otra de las ventajas de un arancel específico para el gas: el impacto sobre los precios y los flujos del gas natural licuado otorgaría información muy necesaria a los responsables de las políticas sobre el desafío de desconectar por completo de Rusia a la red de gas europea. El impuesto se podría modular con el tiempo, según la situación política.

También se podría aplicar un arancel a las importaciones de petróleo ruso, aunque la tarifa debiera ser mucho menor que para el gas porque el petróleo se puede transportar más fácilmente. Una tasa demasiado elevada llevaría a la diversificación de todas las exportaciones rusas. Pero incluso un arancel del 10% sobre el petróleo, si lo implementan todos los aliados occidentales, podría generar ingresos sustanciales que se podrían usar para apoyar a los grupos vulnerables.

Por supuesto, un impuesto de la Unión Europea a las importaciones energéticas de Rusia no alentaría al presidente ruso Vladímir Putin a abandonar su guerra contra Ucrania en el corto plazo (ya que se encerró a sí mismo en un rincón político y estratégico, y no puede simplemente retirarse).

Pero eso no significa que no valga la pena poner más presión posible sobre el régimen de Putin, más si eso implica reducir la dependencia económica de Rusia a largo plazo. Mientras los líderes europeos procuran diseñar “sanciones inteligentes” -medidas que inflijan las máximas dificultades a Rusia y las mínimas a la UE- deben reconocer que un arancel a las importaciones de gas ruso sería la sanción más inteligente de todas.

El autor

Es miembro distinguido del Centro de Estudios de Políticas Europeas y forma parte de su junta directiva.

Copyright: Project Syndicate, 1995-2022

www.projectsyndicate.org

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