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Marcelo, la piedra en el zapato
Esta columna tiene como objetivo hacer la crónica de lo que sucede en el Word Trade Center durante el proceso del conteo de las encuestas para saber quién será el candidato (a) a la presidencia de la república de la Alianza Juntos Haremos Historia conformada por Morena y los partidos Verde Ecologista y del Trabajo y culminarla con el nombre de la ganadora o del ganador.
Según declaraciones del dirigente morenista, Mario Delgado, será a las 5 de la tarde cuando se conozca el resultado de las encuestas. Delgado Carrillo expresó que no habrá resultados parciales y que la estrategia diseñada evita cualquier filtración, de tal suerte que ni las compañías encuestadoras tendrán información antes que los aspirantes.
Todo el proceso, desde la llegada de los paquetes con las urnas selladas, se ha estado videograbando. A estas alturas, las urnas selladas pasaron a cinco mesas de control; en cada mesa hubo dos encargados por cada uno de los seis aspirantes, para constatar, una por una, la autenticidad de los 12,500 cuestionarios, sin percatarse del resultado de éstos; sólo pudieron verificar la firma del representante de cada postulante, en qué sección electoral se realizó la encuesta, y el número de los folios ubicados en la parte de atrás de las boletas-cuestionarios. La revisión se hizo con luz ultravioleta para hacer visible un sello de agua que les daba autenticidad, algo que únicamente el Consejo Nacional de Morena sabía.
Estoy narrando conforme suceden los hechos. A punto de escribir sin novedad, pasadas las dos de la tarde, Marcelo Ebrard irrumpe ante los medios, rodeado de su equipo y desde un hotel cercano al lugar donde se hace el conteo de cuestionarios, declara que es necesaria la reposición del procedimiento, denuncia irregularidades en 14.4 % —¡qué exactitud— de las urnas y que, hasta ese momento, dice, no se ha contado una sola boleta. Hace constar que su querella la establece con anterioridad de saber si él es ganador o perdedor, pero enfatiza que no es posible quedarse callado y que no está denunciando un fraude, sino una incidencia. Además, manifiesta con indignación que a sus colaboradores, encabezados por la senadora Malú Mícher, fuerzas policíacas no les permitieron entrar al recinto donde se desarrolla el trámite de valoración, no obstante constar con la acreditación correspondiente. Ya encarrerado el excanciller anuncia que no asistirá cuando los dirigentes morenistas anuncien el resultado final del computo. Eufóricos sus partidarios que lo rodean corean: ¡Voto por voto, casilla por casilla!
Para distraerme, mientras asimilo la información anterior, con el deseo que sólo sea una tempestad en una vaso de agua, o en última instancia, el nihilista que llevo dentro de mí piensa que es su perro y ellos lo bañaran, se me ocurre un símil: Soy el esposo de la madre que está en pleno tratamiento para parir. Aunque por medio del ultrasonido sabemos que esperamos una niña, ignoro si de última hora la cigüeña que anida en Palacio cambiará de opinión sobre el producto que traerá en el pico para que el parto sea terso. Esto, francamente lo dudo.
En otro orden de alegoría, recurriré a la parábola de los Toficos. Dos amigos se prometieron que el primero que llegara al poder, le heredaría éste al otro. El que llegó olvidó la promesa, descorazonado, el amigo traicionado compartió su desaliento con su discípulo favorito. Años después, sin tener el mismo grado de amistad que los Toficos, el discípulo favorito hizo un pacto con un pitcher tabasqueño que no quiso captar sus señales de cátcher.
Son las 17.45 horas. Ya están presentes los cinco aspirantes. Marcelo no se presentó. Esperemos.
Por fin, siendo las 19.33 horas, tuvimos humo blanco que nos indicó lo que sabíamos desde hace dos años: #EsClaudia.
Punto final
Los pactos y las promesas son como el rezo de los marinos; se olvidan pasada la tormenta.