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Nearshoring
Donald Trump, desde el inicio de su presidencia, emprendió una política proteccionista frente a China como parte de su grandilocuente discurso de hacer de nuevo a Estados Unidos una gran nación (“Make America Great Again”). Esta política implicó la utilización de barreras comerciales, particularmente aranceles a las exportaciones chinas a Estados Unidos así como restricciones en materia de inversiones estadounidenses en ese país, destacando los sectores de alta tecnología y/o con posible uso militar. Ya con Biden en la presidencia, el conflicto chino - estadounidense ha continuado en gran medida por las tensiones alrededor de la amenaza de China de invadir a Taiwán y el apoyo que el gobierno chino le ha brindado a Rusia en su ilegal invasión de Ucrania. En consecuencia Biden, también con un ánimo proteccionista, ha decidido mantener las restricciones comerciales y de inversión.
Como resultado de estas políticas estadounidenses se ha observado, por una parte, un cambio en el origen de las importaciones y, por otra parte, una desinversión de empresas de ese país en China y su relocalización en tres vertientes: inversión que estaba en China que regresó a Estados Unidos (“reashoring”), inversión que estaba en China y se movió hacia países considerados como “amigables” (“friendshoring”) e inversión que se movió hacia países cercanos geográficamente a Estados Unidos, principalmente Canadá y México (“nearshoring”).
En materia de comercio internacional, el efecto de estas políticas estadounidenses vis a vis China se han traducido en una pérdida en la participación del país asiático en las importaciones de Estados Unidos las cuales pasaron de representar el 20.7% del total en 2018 al 17% en 2022 y a 13.4% en los primeros cinco meses de este año. De los 7.3 puntos porcentuales que han perdido las exportaciones chinas, 2.2 puntos porcentuales los ha ganado Vietnam, 1.2 puntos India, 1.4 puntos México, un punto Canadá y el restante 1.5 puntos se divide entre varios otros países. La ganancia en las participaciones de Canadá y México se explica, primordialmente, por el tratado trilateral de libre comercio.
¿Qué hay de la relocalización de la inversión hacia México? ¿Ha realmente habido un proceso de “nearshoring”? No hay duda que nuestro país cumple con dos de los requisitos para atraer inversión estadounidense (y de otros países) para exportar a Estados Unidos: vecindad geográfica y un tratado de libre comercio y ello se ha reflejado, aunque en montos relativamente bajos, en un incremento en la inversión extranjera directa. Al ver los flujos de la nueva inversión extranjera directa (NIED) recibidos por México reportados en los informes de la Balanza de Pagos por parte del Banco de México, se observa una tendencia ligeramente creciente.
Así, mientras que en 2016 (ultimo año antes de que Trump) la NIED ascendió a 10,884 millones de dólares, en 2017 (primer año de la presidencia de Trump) ésta fue de 11,687 millones, en 2018 aumentó a 12,122 millones, en 2019 fueron 13,157 millones, en 2020 por la pandemia cayó a 6,624 millones, en 2021 repuntó a 13,588 millones y en 2022 a 18,123 millones (aunque de estos 4,266 fueron la capitalización extraordinaria de Aeroméxico). De esta manera, el flujo de nueva IED acumulada en el periodo 2017 - 2022 (los años del conflicto sino - estadounidense iniciado por Trump) y sin considerar la capitalización señalada, fue de 71,035 millones de dólares (el monto correspondiente de utilidades reinvertidas fue de 85,813 millones de dólares). En el primer semestre de este año, el flujo de nueva IED ascendió a 1,136 millones de dólares, una caída de 91% respecto de lo recibido en el primer semestre de 2022 (las utilidades reinvertidas ascendieron a 22,569 millones).
¿Por qué a pesar del potencial derivado de la vecindad geográfica y el T-MEC México no recibe mayores flujos de IED? ¿Por qué no ha sido mayor el “nearshoring”? Por una sencilla razón: falta el elemento “amigable” para que el “friendshoring” retroalimente al efecto “nearshoring”. Destacan tres elementos que inhiben mayores flujos de inversión foránea.
Primero, el gobierno del presidente López ha mermado la certidumbre jurídica requerida por los inversionistas; no hay certeza sobre las reglas del juego, las cuales pueden cambiar a capricho del presidente. Solo en un país sin un sólido Estado de derecho los inversionistas se tienen que sentar a negociar esas reglas, caso por caso, con el presidente.
Segundo, el rotundo fracaso en materia de seguridad personal y patrimonial. Homicidios, desapariciones, robos de autotransportes en las carreteras, negocios en todos los sectores de actividad económica y en todas las regiones del país sujetos a la extorsión, al “cobro de piso”. Que por decisión presidencial el Estado haya abdicado de cumplir con su principal razón de ser obviamente se convierte en un elemento que inhibe la inversión.
Tercero, la notoriamente equivocada política en materia energética marcada por una ideología obsoleta. La decisión del presidente López de castigar e inclusive tratando de prohibir la participación privada en el sector energético, tanto en hidrocarburos como en electricidad implica que empresas no tienen certeza de que tendrán un flujo seguro y a precios competitivos de gas natural y de electricidad sobretodo de fuentes limpias y renovables; eso hace que México sea menos atractivo.
México, sin duda, puede beneficiarse mucho más del fenómeno “nearshoring”, pero para ello se requiere que sea un país amigable; con López no lo ha sido.
Twitter: @econoclasta