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Perpetuarse en el poder a través de sucesores débiles I
Me voy porque en un papel tan privilegiado hay que tener responsabilidad, esto implica saber cuándo eres la persona correcta para llevar las riendas y también saber cuando no lo eres”.
Jacinda Ardem, Primer Ministro de Nueva Zelanda
PARTE 1
Me voy porque en un papel tan privilegiado hay que tener responsabilidad, esto implica saber cuándo eres la persona correcta para llevar las riendas y también saber cuándo no lo eres”. Jacinda Ardem, Primer Ministro de Nueva Zelanda
Es difícil para un gobernante dejar el poder, ya que este suele ser adictivo. Este hecho sido común a lo largo de la historia, donde muchos gobernantes han buscado eternizarse en el poder. En los gobiernos autócratas han existido innumerables casos donde el gobernante, después de cometer abusos por años, sabe que si deja el poder sería juzgado, por lo que intenta retener el poder hasta el final de su vida. En países democráticos o que pretenden serlo, donde las leyes no permiten al jefe de Estado continuar gobernando ininterrumpidamente, muchos lideres imponen sucesores, que en muchos casos no tienen independencia de decisión por su excesiva lealtad al antecesor. En algunas ocasiones esta estrategia funciona, mientras que, en otras, el sucesor es menos influenciable y menos leal de lo que el líder pensaba.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Francia fue invadida por Alemania, siendo derrotada en tan solo seis semanas. En 1940, el mariscal Petain, héroe de la Primera Guerra, firmó una rendición vergonzosa, que dio origen al gobierno de Vichy, controlada por la Alemania Nazi. El general Charles De Gaulle rechazó el armisticio, negándose a aceptar la derrota. Desde Londres, asumió el mando de la “Francia Libre” o “Francia Combatiente”, encabezando el esfuerzo de liberación de su país.
Cuando De Gaulle regresó a liberar París con los Aliados, en 1944, el maestro de escuela Georges Pompidou inició modestamente su carrera política como ayudante y redactor de discursos del famoso general. El joven francés, quien había nacido en un pueblo en el centro de Francia, era hijo de un profesor de escuela y nieto de un campesino, logró distinguirse como estudiante y se tituló por la Escuela Normal Superior y la Escuela Libre de Ciencias Políticas. Pompidou se mantuvo muy cerca del general De Gaulle, quien en 1945 dirigió el Gobierno Provisional de la República de Francia (GPR), decretando como “nulo y sin efecto” al gobierno colaboracionista de Petain. Al fundarse la Cuarta República Francesa, en 1946, el arrogante héroe de guerra renunció y dos años después se retiró de la política. Pompidou, mientras tanto, hizo una carrera muy exitosa en el sector financiero de 1954 a 1958.
En 1958, ante la crisis generada por la guerra de Independencia de Argelia (colonia francesa desde 1830), la Asamblea Nacional le pidió a De Gaulle que regresara de nuevo al poder, nombrando a Pompidou director de su gabinete. En 1959, De Gaulle fue nombrado Presidente de la Quinta República francesa, otorgándole a Argelia su independencia tres años después. Esta decisión provocó el enojo de los franceses que residían en Argelia, de muchos militares y de miembros de la extrema derecha francesa, por lo que sufrió varios intentos de asesinato (uno de ellos brillantemente narrado por Frederick Forsyth en la novela “El día del chacal”). En esta difícil coyuntura, Pompidou fue un apoyo fundamental para De Gaulle, logrando resolver diversos temas de una manera muy discreta y eficiente, por lo que, en 1962 De Gaulle lo nombró Primer Ministro. Sin embargo, el famoso general francés, nunca le vio a Pompidou “tablas de estadista”, tal vez porque nunca tuvo un puesto de elección popular, o tal vez porque lo veía como creación suya, por lo que prescindió de él cómo Primer Ministro en 1968.
Ante la crisis estudiantil y sindical de ese año, De Gaulle renunció sorpresivamente a la presidencia. Su sucesor, quien ganó con un buen margen las elecciones del año siguiente, fue precisamente Georges Pompidou, quien al fin tuvo el apoyo del general. Aun cuando Pompidou manejó hábilmente diversas crisis políticas y económicas a lo largo de su gobierno, siempre fue considerado por muchos como el protegido de De Gaulle y fue criticado por “no tener una política propia”, por lo que nunca pudo quitarse el estigma de ser un sucesor débil, que llegó a la presidencia por su lealtad hacia su antecesor.
En Estados Unidos, en medio del escándalo de Watergate en el año 1973, Richard Nixon designó como vicepresidente a Gerald Ford, un congresista republicano, que aunque era el líder de la minoría en la Cámara de Diputados, era relativamente desconocido. Pocos meses después, el 9 de agosto de 1974, Nixon se vio obligado a renunciar a la presidencia, tomando Ford el cargo. Una de las primeras medidas del nuevo presidente fue otorgarle el perdón absoluto a su antecesor, absolviéndolo de todos los cargos que se le imputaban. El presidente Ford argumentó que el escándalo Watergate estaba “consumiendo a la nación” y que el perdón a Nixon era necesario ante la efervescencia política que imperaba, para así poder concentrarse en ponerle fin a la guerra de Vietnam.
Documentos posteriores a este hecho, muestran que ambos políticos tuvieron una amistad cercana por varias décadas, lo que influyó en la decisión de Nixon de nombrarlo vicepresidente y así asegurarse que su amigo “le cuidara las espaldas”. Existe un debate en torno a si esa amistad afectó o no la decisión de Ford, quien fue duramente criticado por haberle “pagado el favor” a Nixon. Cabe aclarar que esta decisión, muy probablemente le costó la reelección a Ford ante Jimmy Carter del Partido Demócrata, en 1978, que por cierto, resultó ser un presidente bastante ineficaz.
El caso de Rusia con la llamada “democracia en tándem”, donde Putin alternó la presidencia con Dimitri Medvedev en el periodo 2008-2012, es un caso indiscutible, donde se nombra a un sucesor débil para seguir controlando el poder. Debido a que la Constitución de Rusia le prohibía a Putin reelegirse por un tercer periodo, nombró como sucesor en la presidencia a Medvedev, quien había sido un Primer Ministro incondicional. Durante ese período, Putin fungiendo en el rol de Primer Ministro, siguió manejando las riendas del país. En esos años, circulaba una broma en Rusia que decía que Medvedev se sentaba en el asiento del conductor de un auto, listo para manejarlo, pero se daba cuenta que le faltaba el volante. Cuando le preguntaba a su copiloto: “¿Vladimir, donde está el volante”? Putin, mostrando el control remoto, respondió: “El que va a manejar soy yo”. No hay duda de que el humor acabó reflejando la realidad; Putin regresó a la presidencia en 2012 y se reeligió en 2018. Hace dos años, después de efectuar un referéndum, el presidente ruso promulgó una serie de enmiendas constitucionales que le abrieron la puerta para poder reelegirse dos veces más, a partir de que termine su mandato actual en el 2024.
Medvedev, quien parecía el sucesor natural de Putin por su inquebrantable lealtad, fue acusado de corrupción y removido del cargo de Primer Ministro. Putin, no dudó en sacrificar a su alfil ante el enojo del pueblo ruso por el estancamiento de la economía. Medvedev pasó a ocupar un puesto con menor relevancia en el Consejo de Seguridad de Rusia y, para ganarse de nuevo el favor de Putin, ha ido radicalizando sus posturas para convertirse en el más anti-occidental del grupo en el poder.
En muchas ocasiones, la personalidad de un líder opaca naturalmente al sucesor, mientras que, en otras, el líder deliberadamente elige a un sucesor débil para controlarlo y mantenerse en el poder.
En la segunda y en la tercera parte de esta serie, recorreré algunos episodios de nuestro país en los siglos XIX y XX, analizando a varios gobernantes que no quisieron dejar el poder y, para lograrlo, designaron sucesores débiles.
El autor
Busca aprender de la historia y evitar que los errores se repitan.