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Polarización en las visiones económicas
En un artículo publicado en el 2002 (“The Perils of Polarization”, de Timothy Frye), se hacía referencia a los peligros de la polarización, señalando que los gobiernos que buscaban imponer una agenda económica específica estaban ideológicamente comprometidos con sus reformas y, para lograrlo, buscaban concentrar el poder para concretar cambios profundos en el corto plazo y hacer irreversibles sus cambios.
El artículo hablaba sobre las posturas que entonces buscaban reformar la economía, con una visión orientada hacia la libertad del mercado, la reducción del papel del Estado en la economía y el saneamiento inmediato de las finanzas públicas.
Pero hoy, la misma estructura de pensamiento y de acción la podemos encontrar en países que, como en México, los gobiernos buscan un viraje fundamental en la estructura económica y de la política gubernamental respecto de la visión imperante de las últimas décadas.
La polarización de entonces fue favorecida en gran medida, porque muchos de los mecanismos de corrección económica tuvieron efectos de corto plazo importantes y, en ocasiones, devastadores para ciertos grupos de la población.
Para abonar a la polarización, hubo quienes señalaban en el remedio había un efecto más negativo que la enfermedad. Los efectos más negativos de la etapa previa apenas empezaban a manifestar sus consecuencias más graves (como procesos hiperinflacionarios) y los resultados de corto plazo de ciertas nuevas políticas eran más evidentes que el recuerdo de los elementos negativos de la política anterior.
Hoy, un buen número de gobiernos alrededor del mundo tienen una acción política similar buscando revertir los cambios de las últimas décadas y tratan de construir un nuevo escenario económico y de participación estatal, que regresa a las visiones imperantes de hace 40 años.
La fuerza de esta nueva (antigua) visión radica en muchos sentidos en el hecho de que muchos de los cambios en materia económica de las últimas décadas, aun cuando crearon rutas de aceleración del crecimiento económico y abonaron a la reducción de factores negativos de pobreza, generaron caminos muy diferentes para distintos grupos de la población, abonando a un crecimiento significativo de la desigualdad.
El nuevo discurso de polarización achaca todos los males a la política económica de las últimas décadas y no conceda ningún defecto a la que existió previamente (con altísimos niveles de intervención estatal, sin inversión y con hiperinflación).
El problema del discurso polarizado es que no admite encuentros intermedios, ni el reconocimiento de fallas en las propuestas propias o algún mérito en las visiones de los contrarios. Ello alimenta más la polarización y reduce los espacios para diagnósticos adecuados a los grandes problemas del país; con propuesta de solución simplistas de cada lado o que ya probaron ser extremadamente ineficaces en el pasado.
El premio Nobel economía Joseph Stiglitz ha señalado que el mundo requiere un “capitalismo progresivo”, que reconozca la necesidad de una intervención estatal orientada a asegurar un mejor funcionamiento del mercado y una reducción de los efectos más negativos de la desigualdad.
Pero existe una enorme distancia entre esa visión, que implica necesariamente cambios fundamentales y el retorno a visiones de política económica o de política en sectores tan relevantes como el energético, el de comunicaciones y el de salud, que no fueron adecuadas ni siquiera hace 40 años y mucho menos lo son hoy en entornos y contextos completamente diferentes.