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Opinión

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¿Reconocimiento del fracaso?

Solo por molestar al auditorio o más importante aun, quizás como el reconocimiento de que sus decisiones de política económica han sido un rotundo fracaso, el presidente López afirmó la semana pasada que “si el modelo neoliberal se aplicará sin corrupción no sería del todo malo; es que se puede tratar del modelo económico más perfecto”. ¡Órale!, más cuando su discurso siempre ha culpado al neoliberalismo de todos los males que aquejan a la humanidad con lo cual, dicho sea de paso, nos indica que realmente no entiende y menos aún profesa el liberalismo.

El liberalismo, como corriente de pensamiento, se basa en el individuo y su libertad, en las decisiones que toma con el propósito de tratar de maximizar su nivel de bienestar y el de su unidad familiar. Cada individuo dedicará los recursos productivos de su propiedad en aquella actividad en la cual posea ventaja comparativa, vendiendo el bien o servicio que produzca para poder adquirir los bienes que consuma de aquellos individuos que también se especializaron de acuerdo con sus propias ventajas comparativas. Es esta cooperación enteramente voluntaria entre los individuos que la búsqueda de la maximización del bienestar individual, la aspiración a mejorar, lleva a que se tienda a maximizar, simultáneamente, el bienestar de la sociedad en su conjunto; para que esto último suceda se tienen que cumplir tres requisitos. Que no exista corrupción, como dice López, es necesario, más no suficiente.

Primero, los derechos privados de propiedad deben estar eficientemente definidos y tienen que incluir los tres derechos: a la posesión de bienes, a su libre utilización respetando siempre los derechos de propiedad de terceros y a la libre transferencia, derechos que tienen que estar eficiente protegidos y garantizados por el poder judicial independiente e imparcial.

Segundo, el derecho a la libre transferencia de los derechos de propiedad tiene implícito que todos los mercados (bienes, servicios y factores de la producción) operan en competencia, con muy bajas barreras de entrada y salida, mercados en donde todas las transacciones son, en consecuencia, enteramente voluntarias en operaciones de intercambio en donde ambas partes esperan ganar; el intercambio voluntario es un juego de suma positiva; esto excluye la existencia de monopolios, sean privados o gubernamentales. Finalmente, tercero, no pueden haber fallas de mercado: bienes públicos, externalidades e información asimétrica y riesgo moral.

Dado que este mundo ideal no existe, es que es importante la intervención del gobierno, misma que tiene que ser diseñada e instrumentada de forma inteligente y eficiente, garantizando la seguridad personal y patrimonial de los individuos en contra de actos de terceros, procurar competencia en los mercados, perseguir prácticas monopólicas y ofrecer bienes públicos (seguridad pública, defensa nacional, parques, calles pavimentadas, alumbrado público, servicios de educación y de salud, etc.), corregir las externalidades negativas con impuestos y las positivas con subsidios y regular aquellas actividades que potencialmente pueden generar problemas de riesgo moral, como lo es el sistema financiero.

La corrupción amerita una mención especial. Actos de corrupción que implican la utilización del poder público para obtener un beneficio personal implica que quien lo comete se apropia de una parte del ingreso nacional mayor que el valor de lo que aporta para su generación; es un rentista. Más aún, la corrupción actúa como un impuesto que reduce el valor del ingreso por debajo de su potencial, impide que los mercados operen en competencia y dificulta/impide la provisión eficiente de bienes públicos. La sociedad en su conjunto pierde con la corrupción y entre mayor sea ésta, mayor es el costo.

Quizás todavía hay tiempo para que el presidente salve algo de su sexenio en materia económica y, en lugar de continuar la destrucción, dirigir su política económica hacia lo que efectivamente le corresponde hacer al gobierno, incluyendo seguridad personal y patrimonial, seguridad jurídica y un efectivo combate a la corrupción ya que hasta ahora esto solo ha sido parte del discurso populista y un pretexto para hacer barbaridades.

La evidencia mundial es contundente: países liberales con instituciones eficientes y bajos índices de corrupción son simultáneamente los más desarrollados. ¿Qué espera López?

Twitter: @econoclasta

Economista y profesor. Caballero de la Orden Nacional del Mérito de la República Francesa. Medalla al Mérito Profesional, Ex-ITAM.

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