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Siembra vientos y cosecharás tempestades
La libertad política, económica y social de la cual gozamos los mexicanos está en peligro por parte de un presidente que busca, de todas las formas posibles, acrecentar su poder y llevar este hacia niveles no vistos desde las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, con una actitud intolerante a la crítica, impulsor de un pensamiento único y compatible con sus retrógradas ideas; lejos de ser el auténtico demócrata liberal, se presenta con un ropaje con el que pretende esconder sus ideas conservadoras y su elan autoritario.
En este proceso, incluso desde antes de asumir formalmente la titularidad del Poder Ejecutivo, se ha dedicado en cuerpo y alma a destruir instituciones y programas. El pretexto es siempre el mismo: combatir la corrupción y/o ahorrar recursos, sin que ninguno de estos dos propósitos se haya cumplido. Los niveles de corrupción siguen siendo notoriamente elevados y quizás hasta empeorando, mientras que el segundo de los propósitos, el ahorro de recursos, solo ha significado cortar gasto en determinados rubros y programas, con machete en lugar de con bisturí, para destinar esos mismos recursos a diferentes programas sociales así como a las cuatro obras de infraestructura emblemáticas de este gobierno, mismas que tienen una tasa de rentabilidad social negativa, es decir destruyen parte de la riqueza nacional.
Un equipo de colaboradores, muchos de ellos incompetentes, pero con lealtad ciega, junto con una pérdida del capital humano en diferentes instancias gubernamentales como resultado de una absurda política de sueldos y una todavía más absurda restricción de empleo a quien deje de laborar en el gobierno, se ha reflejado en un diseño deficiente e ineficaz de varios de los programas sociales lo que ha derivado en resultados perversos (como por ejemplo el programa “sembrando vida” que incentiva la deforestación) así como una parálisis gubernamental en diferentes áreas. México tiene un gobierno reumático, ineficiente e ineficaz girando alrededor de los sueños quiméricos de un individuo.
Adicionalmente, junto con la destrucción de instituciones y programas, el haber minado el Estado de derecho y la garantía jurídica en el cumplimiento de contratos con el efecto notoriamente negativo sobre la inversión nacional y extranjera, ha debilitado la economía nacional tal que el potencial de crecimiento ha caído. Esto, naturalmente, ha tenido un impacto negativo sobre la capacidad de la propia economía de generar empleos formales con salarios reales crecientes y la posibilidad de ir reduciendo, estructuralmente, la incidencia de pobreza. Han sido un poco más de tres años de gobierno y los resultados de la gestión han sido notoriamente malos en prácticamente todos los rubros: crecimiento, empleo, reducción de la pobreza y la desigualdad, salud, seguridad, etcétera.
A pesar de estos malos resultados, el presidente no solo insiste en mantener el equivocado rumbo, sino más aún profundizarlo. Ha seguido debilitando y destruyendo instituciones o intentando hacerlo (caso del CIDE), el INE, el sector energético nacional (con las restricciones impuestas sobre los generadores privados de electricidad y ahora su intención de que sea aprobada la reforma constitucional en la materia en abierta violación del T-MEC y otros tratados internacionales, y, en el sector de hidrocarburos, su reciente y notoriamente absurda decisión de dejar de exportar petróleo para refinar todo en México en un sistema ineficiente y caro que destruye valor agregado), el Banco de México, el INAH, las instituciones en materia de protección al medio ambiente, zonas naturales protegidas y un largo etcétera.
Es claro que es necesario cambiar el rumbo y que las diferentes organizaciones de la sociedad civil, agrupaciones académicas, empresariales y hasta los partidos políticos de oposición, inclusive uno de la coalición gubernamental (los miserables “verdes”), actúen para proteger las libertades políticas, económicas y sociales de las que aún gozamos y poder recuperar las posibilidades de crecimiento económico y de mejora del bienestar intergeneracional. Hace tres años se sembraron vientos; si no se protegen las libertades frente a un continuo intento por debilitarlas los próximos tres años serán, sin duda, tempestuosos.
Twitter: @econoclasta