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Triunfo contra el etanol
Esta semana, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resolvió favorablemente el amparo que promovimos un grupo de ciudadanos en contra del etanol. La SCJN determinó como inconstitucional la modificación unilateral a la normatividad realizada por la Comisión Reguladora de Energía que tenía por objeto promover el uso de etanol en México mezclado con gasolinas, con fines de homologación comercial. De esta forma, permanece la vigencia de la norma anterior (NOM 016 CRE), que impone límites estrictos (5.8% de contenido de etanol en las gasolinas) y condiciones técnicas rigurosas para ello (presión de vapor).
En el fondo se trata de una importante victoria sobre algo que impacta negativamente en la calidad del aire, en los ecosistemas y recursos naturales. El etanol es muy reactivo y tiene una considerable volatilidad, se evapora con mucha facilidad (alta presión de vapor), lo que arrastra los hidrocarburos de la gasolina hacia la atmósfera donde reaccionan fotoquímicamente, lo que genera mayores concentraciones de ozono, principal contaminante en zonas metropolitanas y grandes ciudades del país. Por otro lado, la producción de etanol, al igual que otros biocombustibles, representa una verdadera barbarie ecológica. Esto, en la medida en que los cultivos correspondientes para producir etanol (caña de azúcar, maíz) o biodiésel (soya, palma africana) implican deforestación a gran escala en tierras tropicales y la destrucción de la biodiversidad, así como el desplazamiento del cultivo de alimentos. Igualmente, significan en graves problemas de contaminación del suelo y agua por agroquímicos (plaguicidas y fertilizantes) y el agotamiento de recursos hídricos por irrigación. Conllevan una apropiación irracional de la productividad biológica del planeta, la creación de gigantescas superficies desoladas a costa de ecosistemas naturales, y una gran ineficiencia territorial (energía producida por metro cuadrado). Los biocombustibles nos remiten a épocas en donde la humanidad dependía de la explotación de la naturaleza para satisfacer necesidades energéticas (leña, carbón vegetal, aceite de ballena). En realidad, los biocombustibles entrañan literalmente quemar tierras y biodiversidad en los motores de los vehículos. Peor aún: las emisiones de gases de efecto invernadero a lo largo de todo el ciclo de vida de los biocombustibles (incluyendo deuda de carbono por cambio de uso del suelo) son en numerosos casos mayores que las de los combustibles fósiles.
En Estados Unidos se mezcla etanol a 10% con la gasolina, a partir de una decisión política tomada por el Congreso de ese país en el 2005, en el contexto de presiones del lobby agroindustrial estadounidense y de una fuerte dependencia hacia el petróleo importado del Medio Oriente. No tuvo una motivación ambiental; de hecho, prácticamente todos los ambientalistas que la apoyaron en su momento se han arrepentido (incluyendo a Al Gore). Las consecuencias han sido devastadoras, ya que cerca de 2 millones de hectáreas de ecosistemas naturales han sido destruidas para dar paso a cultivos de maíz, al grado de que más de la tercera parte de la producción maicera estadounidense es para etanol.
En Brasil, también se trató de una decisión política tomada por la dictadura militar en los años setenta del siglo XX, con la finalidad de lograr soberanía energética en un escenario de crisis y carencia casi total —en aquellos tiempos—de yacimientos petroleros propios significativos. Casi 10 millones de hectáreas en Brasil se destinan a la caña de azúcar para la producción de etanol, lo que ha impactado en una mayor deforestación en la Amazonia.
En México, la decisión de la SCJN es una sentencia histórica en favor del medio ambiente y en materia de impugnación de normas generales vía juicio de amparo, que hace valer el derecho al medio ambiente sano frente a intereses económicos.