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Un enemigo
La semana pasada, en una conferencia en la Cumbre de Negocios Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, señaló que las perspectivas de crecimiento económico para este año son bastante pesimistas; el consenso entre analistas es que la economía crecería este año en alrededor del 2 por ciento. Heath apuntó que México carece de motores de crecimiento, destacando la falta de inversión privada y, al respecto, señaló que “el problema es que tenemos un gobierno que está viendo al sector privado como el enemigo a vencer”.
Es claro que con esa visión que tiene el presidente, la inversión privada simplemente no va a repuntar. El último dato, el de noviembre de 2021, arroja que la formación bruta de capital, experimentó una caída mensual de 0.1%, con lo que se ligan tres meses consecutivos con la inversión total cayendo y su nivel fue 16.7% inferior al máximo alcanzado en septiembre de 2015 y es igual al nivel que tenía en marzo de 2011, un retroceso de una década. Es más que obvio que sin inversión no hay forma de que la economía logre tener un proceso sostenido de crecimiento, tanto en el corto como en el mediano plazo.
Realmente me asombra que haya mucha gente (y no creo que sea el caso de Heath) que todavía se sorprenda de la actitud del presidente respecto de las empresas privadas, esa de verlas como “el enemigo a vencer” cuando esa ha sido precisamente su actitud desde antes de asumir la presidencia. Supongo que el presidente sabía que la cancelación del aeropuerto en Texcoco, utilizando para ello como justificación el resultado de una encuesta amañada tendría un impacto negativo sobre la inversión privada precisamente por la señal enviada de su desprecio hacia el Estado de derecho, hacia las reglas formales del juego, es decir el marco legal; obvio que no le importó. Es a partir de esa arbitraria decisión en octubre de 2018, casi dos meses antes de asumir la presidencia, que la inversión privada empezó a mostrar una clara tendencia decreciente, impactando negativamente la actividad económica y el crecimiento.
El desprecio hacia las empresas privadas se dejó ver nuevamente con la otra consulta ilegal que utilizó para justificar la decisión que él ya había tomado de cancelar la planta cervecera en Mexicali. Y lo volvimos a ver cuando ante la crisis generada por la pandemia decidió que no habría prácticamente ningún apoyo gubernamental de carácter fiscal y de pagos de seguridad social hacia las empresas y, como dijo, que quebrarán las que tuvieran que quebrar, sin importarle un comino el impacto que ello tendría sobre el empleo y la pobreza. El resultado de tal decisión ya la vimos: la economía mexicana fue de las que más se contrajeron en el 2020 y las que más débilmente se recuperaron en el 2021, rebote que duró muy poco.
Y lo seguimos viendo con la intención de limitar, si no es que lograr finalmente la desaparición de las empresas privadas en el sector energético. No le importa que los cambios al marco legal y regulatorio en este sector trasgredan diversos tratados internacionales.
Otro ejemplo de que el presidente ve al sector privado como su enemigo al cual hay que vencer es su desprecio a la clase media, esa a la que tilda de conservadora, “aspiracionista” y hasta traidora, esas familias que están dispuestas a sacrificar consumo presente para destinar esos recursos a la educación de su hijos como el mecanismo de una mejora futura de su nivel de bienestar. El presidente, por lo mismo, está peleado con la educación de calidad en todos sus niveles; desprecia la meritocracia. Más aún, desprecia el avance tecnológico como fuente de mejora en el bienestar de la población.
Han pasado casi tres años y medio desde la decisión de cancelar el aeropuerto y si hay una cosa clara, además de que el presidente siempre ha visto al sector privado como su enemigo, es que en realidad a él no le importa el crecimiento económico; ya no muestren asombro.
Twitter: @econoclasta