Lectura 3:00 min
Urbanismo, ¿a costa del mundo rural? Cumbre Hábitat III
Las cifras pueden mentir, pero la realidad es innegable: año con año crece el número de hogares sin una vivienda digna. La política pública no avanza a la velocidad de la demanda. Todavía más, los programas destinados a la población más excluida están amenazados por regulaciones que impiden a las familias más pobres transformar su hábitat. Y de ahí se derivan infinidad de problemas sociales que ponen en riesgo nuestra convivencia social.
En este contexto, la cumbre sobre Hábitat III que se celebra en estos días en Ecuador representa una ocasión para repensar las ciudades que queremos tener, los retos del urbanismo del siglo XXI, las implicaciones para el mundo rural y los efectos de las migraciones ininterrumpidas en las estrategias del desarrollo humano.
Mientras no se acepte que es necesario invertir el actual esquema de privilegiar el crecimiento de las ciudades a cualquier costa, será imposible imaginar un futuro urbano capaz de reconocer que su futuro está estrechamente unido con el mundo rural.
La aparición de nuevos conceptos, como derecho a la ciudad, cuestiona la desigualdad consustancial que vivimos al presente, esclava de la imparable competitividad y especulación que no perdona a los ciudadanos. De ahí que el derecho a la ciudad está llamado a convertirse en eje de la transformación de todo asentamiento humano. En pocas palabras palabras finalmente vacías sin estrategias y acciones dinamizadoras , este derecho implica asentamientos humanos incluyentes, equitativos, pacíficos y sustentables.
Si se tomaran en serio estas palabras, qué significa si volteamos los ojos al tradicional Tepito, al Valle de Chalco que no deja de crecer, a ciudades medianas como Iguala, a poblados con menos de 10,000 habitantes. En cada caso tomará expresiones específicas, sin renunciar al eje articulador encerrado en cuatro palabras: incluyente, equitativo, pacífico y sustentable.
Incluyente. Privilegiar el submundo de la pobreza y la marginación antes que cualquier otro submundo jaloneado por el ritmo urbano, las clases privilegiadas y los desarrolladores a su servicio y la cada vez más exigente clase media. Equitativo. Apostar por políticas desiguales a favor de los sectores más discriminados social y económicamente. Pacífico. Crear comunidades seguras, no por sobrevigilancia policial, sino como fruto de estrategias de convivencia y de generación de espacios de confianza y colaboración. Sustentable. Prever su supervivencia a lo largo del tiempo en condiciones de equilibrio entre necesidades sociales y bienes naturales amenazados: agua escasa, aire contaminado y tierra devastada.
Para México, el Hábitat III puede ser un pretexto para reforzar las actuales políticas encabezadas por la Sedatu o, más bien, cuestionar su papel en la creación de políticas públicas enfocadas a ciudades urbanas que dejan de lado el mundo rural y su capacidad para crear ciudades rurales dignas, incluyentes, equitativas, pacíficas y sustentables, que contribuirán también a frenar el irracional crecimiento de las urbes. Implicará también cuestionar la política de subsidios a la vivienda, que ha privilegiado a los desarrolladores y ofrece migajas a los más necesitados de vivienda digna, condición del derecho a la ciudad.