Buscar
Opinión

Lectura 5:00 min

Empresariado: el silencio ya no es opción

Opinión

OpiniónEl Economista

En México, el empresariado siempre ha preferido hablar en privado y hacer negocios en silencio. Su relación con el poder se ha construido en comidas discretas, oficinas sin cámaras y pasillos donde los acuerdos se cierran lejos de la opinión pública. Durante décadas, la narrativa ha sido clara: quien tiene acceso al presidente o la presidenta, tiene poder. Pero los tiempos han cambiado, y el sector privado enfrenta una disyuntiva histórica: seguir apostando por el sigilo o entrar de lleno en la conversación nacional.

El sexenio pasado dejó una relación pragmática, aunque tensa, entre la iniciativa privada y el gobierno. Andrés Manuel López Obrador nunca terminó de confiar en el empresariado, y el empresariado nunca terminó de confiar en él. La lógica era de coexistencia más que de colaboración. Con Claudia Sheinbaum, la historia es distinta. Desde el inicio de su gobierno, ha abierto un espacio de comunicación con el sector privado, impulsando iniciativas como el Plan México y los jueves de inversión en la Mañanera del Pueblo, donde se anuncian nuevas inversiones frente a millones de personas.

Este no es solo un cambio de dinámica, sino de narrativa. Sheinbaum está construyendo su propio modelo de comunicación política, enfocado en proyectar honestidad, responsabilidad y un gobierno de resultados. Su apuesta no es la confrontación, sino la construcción de acuerdos estratégicos. Para el empresariado, esto representa una oportunidad única para redefinir su papel en la conversación pública. Pero hay un problema: buena parte de la iniciativa privada sigue atrapada en el viejo paradigma de la discreción.

A diferencia de Estados Unidos, donde la comunicación corporativa es estratégica y reporta directamente al CEO, en México las empresas han visto la comunicación como un asunto secundario, delegándolo a áreas de marketing o relaciones públicas. Mientras en otros países el empresariado es clave en la opinión pública, aquí ha preferido mantenerse al margen. Pero en un contexto donde el gobierno está contando su historia todos los días, quien no participa en la narrativa simplemente deja que otros la definan.

El Plan México es un claro ejemplo de cómo el empresariado puede entrar a la conversación con una agenda proactiva. La estrategia de nearshoring, la relocalización de cadenas de valor y las inversiones en infraestructura no solo son oportunidades económicas, sino también narrativas poderosas. Empresas como Sempra, Netflix, The Home Depot, Mercado Libre y Mabe ya entendieron el mensaje y usaron los “jueves de inversión” como una plataforma para posicionar sus marcas como aliadas del crecimiento del país. Pero aún hay muchas empresas que siguen sin comprender que, en este nuevo juego, callar es perder.

En Estados Unidos, el empresariado es el sector más confiable de la sociedad, por encima de los políticos, los medios y otros liderazgos, según el Edelman Trust Barometer. En México, el sector privado podría construir una relación similar con la ciudadanía si deja de tratar a las personas solo como clientes y empieza a verlas como ciudadanos-consumidores. Hablar sobre inversiones, empleo y compromiso social ya no puede ser una tarea secundaria. Si el gobierno está contando su historia y el empresariado no, ¿quién definirá la narrativa del sector privado?

Un hito clave será la recalibración de la comunicación presidencial después del 2 de abril que tengamos claridad sobre la política arancelaria de Estados Unidos. Es probable que Sheinbaum busque consolidar una narrativa de gobernabilidad y certidumbre. Para las empresas, esto significa que su comunicación debe alinearse con esa lógica: no se trata de quedar bien con el gobierno, sino de hablar el mismo lenguaje que la sociedad espera. La inversión extranjera, la generación de empleo y la innovación tecnológica pueden ser el vehículo perfecto para conectar con una audiencia que hoy desconfía del sector privado.

Pero esto va más allá de la relación con el gobierno. México enfrenta un mundo en el que el proteccionismo comercial y las tensiones geopolíticas están redefiniendo las reglas del juego. Las empresas no pueden darse el lujo de operar en silencio cuando el país está en disputa por su posición en la economía global. Quienes no sean parte activa de la conversación sobre el futuro económico de México corren el riesgo de quedar fuera de la estrategia nacional de desarrollo.

El riesgo de no entrar en esta conversación es claro. La lógica de la discreción puede dejar fuera del juego a muchas empresas que no entiendan que, en esta nueva era, la legitimidad no se construye solo con resultados financieros, sino con presencia pública y con un relato claro. No basta con tener “derecho de picaporte” para hablar con la presidenta. Hoy, el verdadero poder empresarial se construye en la conversación nacional y en la confianza que se genera en la sociedad.

El empresariado mexicano tiene frente a sí una oportunidad histórica de reposicionarse. Pero para hacerlo, primero debe abandonar su aversión a la comunicación política y entender que la reputación y la confianza no se construyen en los pasillos del poder, sino de cara a la ciudadanía. Es momento de que los empresarios hablen, cuenten su historia y expliquen qué están haciendo por el país. Porque si ellos no lo hacen, alguien más lo hará por ellos.

*El autor es socio fundador de Cinco Elementos.

Contacto: grivera@5elementos.mx

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí
tracking reference image

Últimas noticias

Noticias Recomendadas

Suscríbete