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Cuando desperté, los Stones todavía estaban allí
Mick Jagger bromeó y mencionó a Sean Penn quería entrevistarme pero me escapé'' y reveló que cambió el tequila por el mezcal.
"Hace 10 años que no veníamos a México chingón estar de vuelta. Antes tomábamos tequila pero ahora tomamos mezcal", grita Mick Jagger en la primera presentación de los Rolling Stones en la Cuidad de México.
Desde temprano, cientos de lenguas de todo tipo y colores estampadas en playeras, gorras y chalecos invadieron el Foro Sol para sacudirse frente a las Satánicas Majestades en punto de las nueve de las noche.
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Y qué mejor que Start Me Up para arrancar una noche sin viento ni frío con apenas una rodaja de luna iluminada por los fuegos artificiales y el poder de los Stones.
No hizo falta presentación: Jagger al frente de los Stones como hace varias décadas, el viejo Keith Richards azotando su guitarra junto a Ron Wood y al fondo, tranquilo, el baterista Charlie Watts, rígido y mirando a sus viejos amigos.
Entre canción y canción Mick Jagger habla un raro español que lo mismo saluda a la que gente que bromea sobre el tema del Chapo pero sin mencionar su nombre.
"Sean Penn vino a visitarme al hotel pero me le escape. Me gustan las lucha amigous guey" para después arrancarse con algún tema y explotar en el primer show de su gira Olé'' en al CDMX.
Con tres gigantescas pantallas a sus espaldas y una banda de músicos jóvenes sosteniéndolos, los Rolling Stones hicieron un repaso por sus grandes éxitos; no sin antes tocar Street Fighting Man'' la canción que fue elegida por los fans mexicanos por internet.
Pero claro que hubo It's Only Rock and Roll'', "Out of control'', "Wild Horses'' y "Paint It Black'' entre las 18 canciones que tocaron en una noche donde los Stones se rencontraron con su público.
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Jagger se quita el saco rojo, queda en playera morada y junto a los músicos vestidos de manera estridente se adueñan del escenario: Tiene pacto con el diablo , me dice un señor a mi lado quien no ha dejado de brincar un solo momento.
Mientras tanto, en frente, dos mujeres bailan recordando tiempos sesenteros de Peace and Love, una de ella, con el cabello cubierto de canas da vueltas por la pista mientras corea cada una de las canciones.
Jagger toma su armónica y baila, bueno, hace esos movimientos como de karateca de toda la vida y se mueve en el escenario como un adolescente de 18 años condenado a vivir en el cuerpo de un rockstar de setenta años al que la edad no lo detiene.
Mick presenta a los músicos hasta llegar a su compadre Richard a quien le cede el escenario para que interprete un par de temas que lo dejarán exhausto y de rodillas frente a los fans (cifras oficiales dicen 60 mil personas) en una noche que según sus palabras: Es brutal .
Pero claro que hay tiempo para gritar y cargar al niño que por primera vez ve a los Stones, la gente ya corea Sympathy for the devil y su Uh, uh, uh y se ilumina el Foro Sol con la luz de los celulares que ha desplazado a los encendedores.
Han pasado más de 90 minutos y los Stones siguen ahí, en el escenario, tan fuertes y repletos de energía como hace varias décadas cuando vivían entre sexo, drogas y rock and roll.
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Pero los Stones brincan, ríen, bromean y siguen tocando el mejor rock del mundo con Brown Sugar y un encore compuesto por Can´t Always Get y Satisfaction que llevan al éxtasis al público que no deja de gritar y aplaudir a sus Majestades .
Ha sido una gran noche, tal vez una de las últimas de los Stones en México, pero estoy seguro que si un día se acaba el mundo, los Rolling seguirán ahí arriba del escenario pues desde hace muchos años tienen un pacto con el diablo.
vgutierrez@eleconomista.com.mx
erp