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De emprendedurismo, revolución digital y conexiones humanas
La revolución industrial llegó para sustituir la mano de obra humana, la revolución digital, por el contrario, para fortalecerla. Mientras que la “máquina” genéricamente hablando fue sustitutiva en su esencia, la digitalización es acumulativa, suma.
Mas del 80% del emprendedurismo de los últimos dos años ha sido digital, nuevo, disruptivo y cambiante. La gran diferencia no sólo es la velocidad de creación y adaptación, sino la ausencia de evolución: son productos nuevos. Dentro de ello se destacan las plataformas digitales como uno de los grandes cambios de nuestra época. Sobra advertir que no hay nada “digital” que no sea “humano”, pues las compañías de tecnología no son cosa diferente que personas sirviendo a personas a través de la tecnología.
Poco nos damos cuenta de un gran cambio y es el rescate o descubrimiento y desarrollo de nuevos mercados que podemos resumir bajo el término genérico de “sectores desatendidos”. Con ello no sólo hacemos referencia a sectores de la población respecto de los cuales las grandes corporaciones no ven como su nicho de clientes, sino también productos específicos para determinados grupos de personas, canales nuevos o complementos a los que ya existían.
Sirve un ejemplo simple. Hace pocos años las personas tenían buzones postales (P.O. Boxes) en donde recibían su correspondencia, encomiendas o paquetes. Lo fue así durante mucho tiempo sea por comodidad, privacidad o porque su modelo de vivienda no lo permitía. Hoy en día son pocas las cartas que se cruzan por vía física y los proveedores se han encargado de llevar los paquetes –aun gratis– a su destino final. Para un gran proveedor que haga muchas ventas unitarias esto no sólo es costoso sino logísticamente complejo; para ello han nacido ahora empresas de logística de “última milla” que sirven como complemento a estos proveedores para encargarse de manera eficiente de llevar los productos al hogar del consumidor desde sus centros de acopio.
En el caso del sector financiero, la clase media baja y las pequeñas y medianas empresas no eran rentables para los bancos que buscaban grandes capitales y gran transaccionalidad. Hoy hay centenares de compañías de crédito que a través de tarjetas, sistemas de pagos o sistemas de inversión simples pueden servir de manera rentable a este segmento “quitándole” el monopolio a los bancos tradicionales con regulación muy baja.
El emprendedurismo busca crear, unido con la tecnología, necesidades nuevas y soluciones nuevas para aquéllas no atendidas. No requieren subir la inclinada curva de aprendizaje, sino que los fondos de inversión seleccionan los proyectos que más les interesan e invierten en ellos en numerosas rondas y con valores diferentes con el propósito de después venderlas, fusionarlas o convertirlas en compañías públicas para recuperar su inversión.
Hace medio siglo, los grandes bancos soportados por capitales extranjeros y públicos dominaban la carrera, empresas de producción y consumo masivo cotizaban sus altas y bajas en bolsa. Hoy esas empresas –en su mayoría– subsisten. Si bien no compiten en el monto de sus ingresos, sí en su rentabilidad, donde las más pequeñas crecen aceleradamente y atraen el dinero del ahorrador y el inversionista a un mayor riesgo, pero a un mucho más alto retorno en el corto plazo.
Se habla de un entorno volátil e incierto. Una pequeña muestra: el término para llegar a ser una empresa de las denominadas “Fortune 500” se ha reducido en un 36% en los últimos 5 años, algunas lo han logrado en menos de 18 meses. El término para dejar de serlo se ha reducido en 39 por ciento. Sólo 49 compañías han estado en el listado desde que fue creado en 1955, y 2022 han pasado por el mismo.
De la misma manera que la revolución industrial cambió la manera en que el mundo operaba y la visión del ser humano en este nuevo andamiaje, esta revolución digital ha generado y generará profundos cambios, particularmente en la interfase entre los individuos. Pero hay una diferencia fundamental, y es que el cambio del status quo adicionará al valor de la persona en vez de restarlo.
La revolución industrial llegó para sustituir la mano de obra humana, la revolución digital, por el contrario, para fortalecerla. Mientras que la “máquina” genéricamente hablando fue sustitutiva en su esencia, la digitalización es acumulativa, suma.
Si se viera como un proceso sustitutivo estaríamos simplemente en frente de la eliminación de labores repetitivas que hoy y mañana podrán hacer algoritmos. Pero de la misma manera que la imprenta multiplicó la lectura y ni sustituyó la escritura, la digitalización nos permitirá encontrar más espacios humanos, labores y trabajos que no son sustituibles e implica el desarrollo de competencias más asociadas al ser que al hacer.
Es sin duda el más humanista de los rompimientos del statu quo, y uno que pondrá al ser humano a ser centro de la discusión industrial, social y empresarial.