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Capital Humano

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Humanismo y tecnología: ¿Quién manda a quién?

Si bien los avances en torno a la digitalización, la automatización y la inteligencia artificial han generado preocupación respecto a cómo la tecnología reemplazará tareas realizadas por los trabajadores, las organizaciones no podrán prescindir del aspecto humano, pues éste será el factor diferenciador que dominará el mercado.

Foto: Especial

Foto: EspecialShutterstock

Los inmensos avances que ha traído a la civilización esta Cuarta Revolución Industrial englobada por el concepto de “digitalización” han puesto el foco, como todos los avances industriales, en lo que denominamos genéricamente como “el producto”: aquello que se coloca en un mercado, a un costo de producción y con un precio de venta.

La misma inteligencia artificial es medida por lo que “puede hacer” –el producto– y poco por el cómo, mucho menos el “para qué”. Para el público en general, la fascinación (y el temor) viene de lo que se puede producir sin intervención humana directa y el impacto que esto puede tener en la automatización del lugar de trabajo y la pérdida de empleos.

Dado el nivel de desarrollo de soluciones que parecen de ciencia ficción, aparecen empresas con una capacidad de procesamiento de datos y de creación de soluciones que no sólo supera la capacidad humana, sino que además trata de sustituirla. La obsesión del ser humano de sustituirse y mejorarse a sí mismo. Claramente hasta los más entusiastas de la automatización del ser humano reconocen que habrá elementos asimilables, pero no necesariamente sustituibles.

Vemos cada día como esa tecnología es replicada y mejorada a gran velocidad. Se vuelve, en un tiempo muy breve, un género –commodity en inglés– que compite por especializarse más y más para ganar la guerra a la capacidad de ser igualada por competidores que ya no invierten en innovación, sino en llegar al mercado más rápido y barato.

Esta dinámica puede resultar preocupante, más cuando se trata de la sustitución de la capacidad humana, pero al mismo tiempo paradójicamente esperanzadora. Y la esperanza radica precisamente en la capacidad de reproducción y ampliación del ecosistema de tecnología llevará a soluciones comunes –como la telefonía inteligente– y a la eterna necesidad de contar en las personas para el desarrollo y creatividad de lo nuevo. Será pues una sustitución de roles como mucho se ha dicho, más que prescindir de lo humano.

Los estados más desarrollados ya han observado la problemática y están proponiendo limitaciones de orden legal, normas de protección de la información propietaria y registros de origen. La discusión se volverá de lejos más interesante cuando empiece la discusión ética respecto de estos nuevos modelos, una discusión que no se ha resuelto ni respecto del internet que ya cumple cuatro décadas.

Así pues, al dejar de ser la tecnología el elemento diferenciador, será el mercado quien determine a los ganadores y perdedores. En otras palabras, es el mismo ser humano –la persona-cliente– la que determinará ese valor diferenciado que será entregado no por lo tecnología sino por seres humanos: la persona-empleado.

No se trata entonces, en esta era digital, exclusivamente de tener una tecnología de punta, innovadora y creativa: se trata de conectar desde la experiencia del empleado a la experiencia del cliente.

Lo que está en ciernes es algo que pareciera contra intuitivo; la tecnología, para sobrevivir y crecer, no será sustitutiva de la humanidad, sino multiplicadora. Será un mundo de seres humanos (los empleados) sirviendo a seres humanos (los compradores, el mercado) a través de la tecnología”.

Habrá, como ya los hay, empresas que han entendido que el valor está en el ser humano, y que es la humanidad la que debe ser el compás de la actividad organizacional. Son estos empresarios humanistas quienes dominarán el mercado, quienes se mantendrán en las listas de los grandes, porque entienden que la empresa sólo existe porque está la persona; origen y causa de la misma.

Si en esta Cuarta Revolución Industrial le hemos dado el valor a lo digital, el péndulo que guiará a la siguiente revolución será hacia lo esencial, lo humano. Habrá una coexistencia entre dos movimientos que no son opuestos sino complementarios, el movimiento hacia la digitalización de todo, pero bajo la premisa fundamental de hacerlo para las personas, quienes serán, en una economía fraccionada, el centro y causa de todo lo que se hace. Entre los grandes ganadores estarán los que entiendan esta codependencia y la fomenten de manera productiva.

Para cerrar, y respecto al dilema ético que no hemos abordado de fondo, pero que se observa imperativo, una frase del gran Carl Sagan: “Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente. La inteligencia no es sólo información, sino también el juicio para manejarla”.

Tiene una carrera de más de 30 años en áreas de Recursos Humanos en las industrias de consumo masivo, aviación y de servicios financieros. Hoy es Director de Capital Humano de Alpura. Es abogado con estudios de ciencia política y desarrollo humano en Cornell University, University of Notre Dame, University of Asia and the Pacific, Pontificia Universidad Javieriana y el ITESM. Es consultor, autor y profesor universitario.

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