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Capital Humano

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La nueva masculinidad

Desde hace tiempo ha surgido la discusión sobre los comportamientos atribuidos y esperados de los hombres, los cuales vienen asociados con las emociones que les corresponden y el rol social de esa masculinidad en la sociedad patriarcal.

Foto: Especial

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Después de tres meses de trabajo intenso, Julián, en mitad de una junta, no pudo contener las lágrimas ante el reconocimiento del Consejo de Administración. Dos días después llamó a su jefe a decirle que se encontraba incapacitado – termino cuatro días en el hospital.

El jefe, con algo de preocupación, le comentó a la directora general sobre esta circunstancia. Ambos decidieron darle un seguimiento cercano a su caso, “dado que con esa emocionalidad, puede que Julián no sea viable para el puesto porque no va a aguantar la presión”.

Esta no es una historia hipotética, es un caso de la vida real. Tanto las lágrimas como el hospital, como la conclusión de la dirección, ocurrieron y no hace mucho.

En este mes de marzo hemos discutido, conversado, debatido y escrito sobre la preocupante dinámica social de las mujeres en el trabajo y en la sociedad. Muchos grupos feministas sentenciaron que “las cosas de mujeres no son cosas de los hombres”. Sin de manera alguna quitar el mérito inmenso y la inmensa relevancia de la reivindicación y defensa de las mujeres en el campo social y laboral, invito hoy a ver este tema de la binariedad sexual desde un punto de vista diferente.

Desde hace tiempo ha surgido la discusión sobre los comportamientos atribuidos y esperados de los hombres, los cuales vienen asociados con las emociones que les corresponden y el rol social de esa masculinidad en la sociedad patriarcal.

Mientras ello ha sido imperante en nuestra sociedad, y claramente se ve reflejado en el trabajo, cada vez más los varones se quieren desprender de esas etiquetas bajo dos intenciones fundamentales: pedir el reconocimiento de su autenticidad, a la par de las mujeres y otros colectivos, y aportar para construir una sociedad mas igualitaria.

En pequeño, insuficiente, pero relevante ascenso social de la mujer, muchos hombres trabajadores se han visto desplazados por la intención de contratar mujeres en aras de la igualdad. Este sentimiento es básico y reaccionario. Lo que sí ha ocurrido es que estos “nuevos hombres” han venido encontrando caminos para desprenderse de los patrones sociales y culturales y mostrarse empáticos, tiernos, compasivos, solidarios: asumiendo las denominadas “competencias rosa” para si mismos sin pena.

A diferencia de muchos otros fenómenos de los que hemos aquí planteado, éste es uno que nace desde la individualidad y que gradualmente –especialmente desde los estudios liderados por Amnistía Internacional– han adquirido un carácter más colectivo. La “nueva masculinidad” nace como una categoría y objeto de estudio.

Para lograr un poco más de claridad sobre el lugar de donde venimos, y del cual debemos salir: si una mujer llora ante la tristeza, brinca de la emoción, se conmueve con ternura ante un bebé, se arregla más de la cuenta cuando cree que lo necesita, es una mujer auténtica. Si un hombre hace exactamente lo mismo, es altamente probable que sea tildado de “afeminado” o inclusive hasta gay, como si la orientación sexual viniera acompañada de un grupo de emociones mandatorias.

Los movimientos feministas han logrado exitosamente deslegitimar las posiciones que justificaban las desigualdades sociales, culturales y laborales entre los hombres y las mujeres, con un alta carga del concepto de genitalidad.

Por otra parte, al hombre, por esa misma genitalidad se le endilgan –con un criterio ovíparo– una serie de comportamientos esperados, todos ellos vinculados a la fuerza, rudeza y protección. De alguna manera el comportamiento esperado de los hombres es como el de los reyes, los caballeros de la edad media o los altos mandos del ejército. Debemos entender que esto está muy arraigado y que existen sesgos muy profundos en nuestra sociedad que llevan a historias como las de Julián.

Hoy estamos en presencia de fenómenos de masculinidad marginada, aquélla que en la sociedad y en el trabajo no cumple con el paradigma impuesto y que cataloga a algunos individuos como “suavecitos”, “hipersensibles”, o el más espantoso de todos: “muy especiales”. Al no entender estas nuevas masculinidades y tratar de encuadrarlas dentro de nuestra construcción binaria heredada, ese término medio no puede ser diferente de la homosexualidad.

Esta “nueva masculinidad” vio su manifestación primera más clara en el hogar, al empezar la repartición y el balance de los roles sobre el cuidado y formación de los hijos. Hasta ahí en general era una característica muy apreciada –salvo por el machismo a ultranza que les daba el calificativo de “mandilones” bajo una falsa idea de subordinación–.

En el lugar de trabajo, sin embargo, estamos aún muy lejos de llegar a ese lugar. Exigimos inconscientemente una masculinidad en los roles, en las descripciones de puestos, en el trato recibido y esperado (“aprovecho que ya se fueron las mujeres para poder decir…”). Esto implica que la emocionalidad, la fragilidad y la compasión masculina se deben quedar en el armario para cumplir un prototipo.

No se debe de ninguna manera distinguir este fenómeno de la “nueva masculinidad” con la aceptación de los grupos LGBTIQ+ en el trabajo. Curiosamente en estos grupos –dentro de la inaceptable discriminación– sí aceptan que lo masculino se flexibilice. Si no eres parte de ese grupo y te permites esa “flexibilidad emocional", vienen modelos de discriminación respecto de los cuales no hay consciencia.

Curiosamente, son las mujeres las que más esperan esa masculinidad tradicional y quienes rechazan la “nueva”. Según estudios de Amnistía Internacional y del francés Pierre Bordieu, ello ocurre porque al tumbar la binariedad emocional del género, el hombre tiene derecho a algunas de las batallas que las mujeres han ganado. Paradójico, por decir lo menos.

Éste es un asunto que lleva apenas un par de décadas en estudio, pero que tenemos que empezar a entender y manejar en el ámbito empresarial, pero no bajo el concepto de diversidad, equidad e inclusión, puesto que no corresponde a una categoría. Se trata mas bien de poner en práctica una de las cosas que mas se requieren hoy y es la construcción de espacios emocionalmente seguros.

Ésta es apenas una introducción a un debate que dará mucho de que hablar, y que romperá –y solucionará– mucha de la problemática de género en el lugar de trabajo.

Entenderemos que la autenticidad de Julián es lo que debemos cuidar y aprovechar, no estigmatizar y tachar. Entenderemos no sólo que algunos hombres también lloran y que tienen “sus días”, o que son altamente sensibles, sino que así lo son todos y que esconderlo implica una bandera roja frente a la armonía social, comunitaria y laboral.

Tiene una carrera de más de 30 años en áreas de Recursos Humanos en las industrias de consumo masivo, aviación y de servicios financieros. Hoy es Director de Capital Humano de Alpura. Es abogado con estudios de ciencia política y desarrollo humano en Cornell University, University of Notre Dame, University of Asia and the Pacific, Pontificia Universidad Javieriana y el ITESM. Es consultor, autor y profesor universitario.

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