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Capital Humano

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Las medidas para frenar la migración ilegal están impulsando el trabajo infantil: DI

El trabajo precario de las personas adultas, la visión adultocéntrica y de seguridad nacional de la migración sólo dejan en mayor vulnerabilidad a niñas, niños y adolescentes migrantes. En Europa, Canadá y Estados Unidos hay más de 706,000 personas de entre 5 y 17 años en trabajos peligrosos.

Las políticas migratorias de contención también alientan el trabajo infantil. Dichas medidas, señala el centro de análisis Diálogo Interamericano (DI), “desconocen la naturaleza multicausal” de la migración, lo cual afecta de manera desproporcionada a niñas, niños y adolescentes.

Al desestimar los motivos que obligan a millones de personas a dejar sus hogares, atravesar a pie o por mar un continente, la población infantil y adolescente queda expuesta a diversos riesgos, como la trata de personas. Pero las niñas “son más vulnerables a ser víctimas de explotación sexual y laboral”, indica el reporte Protegiendo a la niñez migrante y refugiada en las Américas de DI.

A nivel global, más de 160 millones de niñas, niños y adolescentes forman parte del mercado laboral, es decir, uno de cada 10 menores de edad, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Este problema ha crecido en el grupo de 5 a 11 años, indica el reporte Trabajo infantil estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir.

En México, la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI), levantada en 2019, reportó 3.3 millones de niños y niñas en labores prohibidas. Esto representa al 11.5% de la población de entre 5 a 17 años del país.

Según la OIT, desde 2008 el número ha disminuido en América Latina y el Caribe a 8.2 millones en 2020, lo que representa al 6% de la población infantil y adolescente. Pero, en un contexto de mayor migración de niñas y niños, la cifra podría ser otra. El éxodo indocumentado les expone a abusos y violaciones de derechos humanos en los países de origen, tránsito —como México—, destino —como Estados Unidos— y retorno, señala el reporte de Diálogo Interamericano.

En diciembre, Reuters dio a conocer un caso de niñas, niños y adolescentes migrantes de Guatemala que trabajaban en fábricas de Estados Unidos. Las compañías, proveedoras de las automotrices Hyundai y Kia, les asignaron tareas que les causaron quemaduras en las manos.

¿Qué buscan las y los menores al salir de casa?

La migración infantil y adolescente es resultado de “variadas formas de violencia, delincuencia organizada, pobreza y desigualdad, inseguridad alimentaria, falta de oportunidades de estudios y laborales, reunificación familiar, desastres naturales y los impactos del cambio climático, entre otras causas”, señala el informe de Diálogo Interamericano.

Álvaro Botero Navarro, autor del reporte, añade otras causas por las que tienen que migrar: violencia doméstica, conflictos, reclutamiento forzado y matrimonio infantil. Y señala que en 2021, el 26% de las personas refugiadas en las Américas eran menores de 18 años, de acuerdo con Unicef.

En cambio, los factores que les atrae a los países a los que migran son la seguridad, la estabilidad política y económica y las oportunidades de empleo, entre otros. En Europa, Estados Unidos y Canadá hay 3.8 millones de niñas, niños y adolescentes trabajando, según la OIT. El 52% tiene entre 5 y 11 años de edad.

Y aunque a nivel mundial el 77% de las infancias y adolescencias trabaja en las zonas rurales, en los países europeos, Estados Unidos y Canadá la mayoría (53%) labora en las ciudades. En dichas regiones, destaca la OIT, más de 706,000 personas de entre 5 y 17 años labora en trabajos peligrosos.

El trabajo precario adulto motiva el trabajo infantil

En el proceso migratorio, corren el riesgo de ser víctimas de trata de personas o explotación no solamente si viajan solas y solos, también si van en compañía de su familia, apunta el informe de Diálogo Interamericano.

Las principales rutas migratorias de la región son “las más riesgosas para personas migrantes, solicitantes de asilo y refugiados en el hemisferio”. Éstas son las que se ubican entre Centroamérica, México y Estados Unidos, la selva del Darién entre Colombia y Panamá y las rutas marítimas del Caribe.

Además de las medidas migratorias, las políticas sociales también afectan a la población infantil y adolescente, como las de empleo. Si éstas no resultan exitosas o si no existen, las personas adultas a cargo tendrán más necesidad de migrar y, en ánimos de no separar la familia, viajan todos sus integrantes.

También les afectan “las políticas de seguridad o militares, políticas exteriores e incluso la falta de políticas para proteger sus derechos, o el hecho de que las políticas de protección a la niñez no siempre incluyen a los niños, niñas y adolescentes migrantes”.

Y en los países de destino no tienen acceso a derechos sociales básicos como la educación, la salud y la vivienda “cuando los padres migran de forma irregular”, apunta el reporte.

Las familias en condición migratoria irregular “quedan excluidas de solicitar ayudas para gastos extras y obstáculos sociales” o de matricular a sus hijos e hijas a la escuela por miedo a que las autoridades migratorias les detecten y expulsen.

“Se ha evidenciado que en el caso de los niños, niñas y adolescentes refugiados tienen cinco veces más probabilidades de estar desescolarizados que otros niños”. Apenas el 50% asiste a la escuela primaria y el 25%, a la secundaria. “Adicionalmente, en el proceso de integración en las sociedades de acogida, pueden ser víctimas de xenofobia y discriminación”.

Todos estos factores les va orillando a que en algún momento tengan que trabajar. Y lo harán en lugares no supervisados, aumentando su vulnerabilidad.

Las complicaciones de las políticas públicas

No hay medidas de acompañamiento efectivas para la población en retorno, dice Diálogo Interamericano. Si las autoridades migratorias les regresan a su país de origen o a territorio mexicano para esperar una respuesta a su solicitud de asilo, como ocurrió hasta el año pasado con el programa Quédate en México, se enfrentarán a otros problemas.

Las niñas, niños y adolescentes retornados “quedan inmersos en situaciones de violencia y dificultades económicas, especialmente aquellos que sus familias o ellos mismos contrajeron deudas para pagar los costos del trayecto hacia los países de destino”. Otro motivo de fuerza mayor para trabajar.

Si bien existen diversas políticas en los países de origen, tránsito y destino, “el mayor vacío de protección en la actualidad es en materia de implementación”.

Otras fallas en las medidas para combatir el trabajo infantil es el enfoque de seguridad nacional de la migración y la visión adultocéntrica, aspectos que han afectado particularmente a infantes y adolescentes migrantes, concluye el centro de análisis.  

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