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Capital Humano

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“Los trabajadores sexuales existimos”: Una lucha joven con viejos problemas de visibilidad

Una encuesta elaborada por Copred indica que el 5% de las personas trabajadoras sexuales se identifican como hombres cisgénero. No son pocos y sus condiciones laborales responden a otro tipo de necesidades que han sido estigmatizadas e invisibilizadas.

Ilustración EE: Nayelly Tenorio

Ilustración EE: Nayelly Tenorio

Rogelio Gómez Rivera entrecierra los ojos para calcular la distancia en el camino. Más o menos seguro, suelta: “Las mujeres trans y cis nos llevan al menos 30 años de ventaja en esta lucha”. Pese al estigma, la violencia y la clandestinidad a las que han sido condenadas, ellas se han organizado para ser reconocidas como trabajadoras sexuales. Pero los hombres ya comenzaron.

Sobre el trabajo sexual hay muchas creencias y un fuerte repudio. En el imaginario colectivo de la prostitución sólo aparecen mujeres víctimas o mujeres indecentes. Los hombres son proxenetas, no ofertantes de servicios sexuales. “Sin embargo, existimos”, reclama Rogelio Gómez.

En 2021, cuando apenas asomábamos la cabeza para respirar entre las olas de covid-19, Rogelio Gómez Rivera fundó el Colectivo Alfa, cuyo lema es: Inclusivo el que lo lea. “Le dimos la vuelta a esa despectiva frase mexicana de ‘puto el que lo lea’. La usamos, de alguna manera, para contrarrestar esos discursos”.

Los objetivos del colectivo son mejorar las condiciones de vida y del ejercicio del trabajo sexual, explica Jannu Lira Alatorre, integrante de esta organización. “Queremos incidir, sobre todo, en salud sexual, en la economía de la intimidad, derechos humanos y prevención de la violencia”.

A finales de junio de 2023, apoyado por la Secretaría de Inclusión y Bienestar de la Ciudad de México (Sibiso), el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), la asociación civil Condomóvil y la Clínica Especializada Condesa, el colectivo realizó el Primer encuentro de hombres que ejercen el trabajo sexual.

Luego de un par de días de reflexión con personas de la academia, el activismo, de la legislatura local y autoridades del gobierno capitalino, los acuerdos logrados fueron suscritos en la Declaratoria del encuentro.

Dos de los principales puntos de ese documento son: “El trabajo sexual llevado a cabo por hombres es una actividad que existe, la cual debe ser reconocida socialmente, no discriminada ni invisibilizada por ninguna institución o sector de la sociedad”.

El segundo: “Que el trabajo sexual en América Latina debe ser legalizado y reconocido institucionalmente como una forma del sostenimiento personal y familiar”.

El viaje desde Alexander von Humboldt

Rogelio Gómez ha vuelto a la pasarela de la Alameda Central, se para junto a la estatua de Alexander von Humboldt como solía hacerlo hace años, como si esperara clientes. Ahí es donde comenzó todo para él. Era Día de Muertos y tenía 15 años de edad.

No hacía mucho que había llegado a la Ciudad de México desde Tuxpan, Veracruz. Fue criado en una familia cristiana, con una educación sexual se resume a un solo consejo de su padre: “No te toques y no dejes que te toquen”. Para ser libres hay que esconderse del pecado o de las personas que creen que es pecado.

Su nueva morada fue el refugio al acoso de compañeros de la escuela “por ser diferente”. Tuxpan “era un pueblo chico, donde todo mundo se conoce y si haces algo, la gente se va a enterar”.

Rogelio logró obtener el permiso de su padre para estudiar la preparatoria en la capital del país, pero tendría que ser en un internado de la congregación y debía trabajar para solventar sus propios gastos.

Y en su primer Día de Muertos fuera de casa vivió una experiencia que puso fin a una etapa e inició otra. “En la Alameda Central había una ofrenda en honor de los caídos por el SIDA; yo estaba viéndola, cuando un hombre se me acercó. Se me empezó a insinuar hasta que me preguntó qué me gustaba hacer”.

Dibujar, escuchar música y ver cine de Buñuel, respondió Rogelio. Ante la inocente esa respuesta, el hombre fue directo a su presa: “Pues a mí me gustan los chicos como tú”. Y no se conformó: “Me dijo qué le gustaba hacerles y que después les daba tanto dinero. Ese día yo solo tenía 2 pesos para regresar al internado, así que acepté”.

Pasados los años, “sí considero que hubo cierto grado de abuso, porque él era un adulto y debía saber que acercarse así a un menor de edad es ilegal. Lamentablemente, no soy el primero que lo vivió y no seré el último. Cuando uno llega de provincia no son las instituciones las que se acercan para apoyarte”.

Según la Segunda Encuesta Trabajo Sexual, Derechos y No Discriminación, elaborada por Copred, el 54% de las personas trabajadoras sexuales es originaria de la Ciudad de México, mientras que el 46% nació en otra entidad o en otro país.

“Inicié muy joven y definitivamente no lo recomiendo. Pero desde muy chico quise sentirme deseado, explorar mi sexualidad. Fui un niño con sobrepeso y muchos complejos. El inicio no fue lo mejor, pero después lo hice de forma consensuada. Soy trabajador sexual porque yo lo decidí. La gente piensa que lo hacemos porque no tenemos otra opción, sin embargo, a veces tenemos más de una y queremos hacer esto”.

Espacios para el trabajo sexual

En la pandemia, Rogelio Gómez se quedó sin sus dos trabajos: instructor de lucha olímpica y de artes marciales mixtas, y trabajador sexual. En ambos se necesita contacto. Por ese tiempo utilizó los comedores comunitarios del Gobierno de la Ciudad de México, en donde la comida de tres tiempos tiene un costo de 12 pesos.

Luego, se ofreció como voluntario ahí mismo y fue cuando se dio cuenta que otros trabajadores sexuales estaban en las mismas condiciones que él, o peores.

“Estábamos prácticamente en situación de calle y los apoyos para personas que ejercen el trabajos sexual están más enfocados para mujeres trans y mujeres cisgénero. Fue así como surgió la idea del Colectivo Alfa”.

La Segunda Encuesta Trabajo Sexual, Derechos y No Discriminación, elaborada por Copred, también indica que el 5% de las personas trabajadoras sexuales se identifican como hombres cisgénero (que se sienten conformes con la identidad de género que les designaron al nacer).

El trabajo sexual no sólo lo realizan las mujeres y no nada más lo consumen los hombres, dice Rogelio Gómez. “Es más complejo, tampoco lo ejercemos solamente los hombres gay, hay una gran diversidad, hay hombres hetero. “Somos contratados por parejas heterosexuales o swingers (parejas estables que mantienen relaciones con otras personas de manera consensuada), por mujeres cis y por mujeres trans”.

Rogelio Gómez y Jannu Lira hablan sobre “las economías de la intimidad”. Son aquellas actividades en torno a la sexualidad y el erotismo que generan ingresos monetarios o en especie, explican. Éstas van desde un show de pole dance, hacer de stripper, de acompañante, hasta “la relación sexual”, señala Lira.

Los ingresos dependen del servicio y lugar de trabajo: la calle, hoteles, bares, eventos privados a domicilios (como una despedidas de soltera), páginas de Internet, redes sociales y aplicaciones para conocer personas. 

En la calle, les pagan de 200 a 300 pesos por hora. En los bares “los precios van de 500 a 800 pesos por una hora y media. Cuando estuve en una agencia de escorts, ganaba 1,000 pesos por servicio, a veces hasta 1,500 pesos”, dice Rogelio Gómez.

“Hay hombres que cobran 2,000 o 3,000 pesos y mucho más por servicio. Son aquellos que invierten en su físico, pagan el gimnasio, suplementos alimenticios, tratamientos de belleza”.

La unión gremial del sector

Colectivo Alfa ha comenzado a crear redes con otras organizaciones, principalmente de mujeres trans que han exigido desde hace varios años el reconocimiento del trabajo sexual.

“Nos toca aprender de ellas. Mirar lo que han logrado, cómo lo han hecho y aplicarlo según nuestras circunstancias”, como la protección ante la violencia.

Las ideas sobre la prostitución mantienen en el anonimato a la gran mayoría, “y el machismo y los mandatos de la masculinidad también nos impiden a nosotros hacernos más visibles y cuidarnos entre nosotros”, dice Jannu Lira.

“Todavía hay muchos problemas con el consumo de sustancias porque muchas veces el cliente quiere que tú consumas con él. También tenemos que atender el tema de la salud sexual, porque la atención está dirigida a mujeres cis. De verdad, ha habido compañeros que los mandan con el ginecólogo”, agrega.

Pero todos los cambios deben originarse desde el reconocimiento de “que el trabajo sexual es un trabajo y que sostiene a personas, en lo individual, pero también a las familias”.

Mientras, “esta lucha no puede ir separada de nuestras compañeras trabajadoras sexuales, esto es por todas las personas que ejercemos el trabajo sexual”.

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