UAW vs. las tres grandes de Detroit: Estirando la liga

Hace un poco más de dos semanas, el 15 de septiembre, estalló la huelga de Unión Sindical de Trabajadores Automotrices (UAW por sus siglas en inglés) contra las tres grandes automotrices de Detroit: Ford, GM y Stellantis/Chrysler. Hoy los asuntos torales siguen sin desanudarse, por lo que la huelga no sólo continúa, sino que podrá extenderse a más fábricas y trabajadores.

Este fin de semana se dio el segundo escalamiento de la huelga, siguiendo la estrategia de presión gradual de UAW. Partieron de parar tres plantas y 7,000 trabajadores. Agregaron luego 38 centros de distribución de autopartes de repuesto de GM y Stellantis con 11,000 trabajadores. Ahora agregan la planta Chicago de Ford (4,600 trabajadores) y la planta Lansing de GM (2,3000 trabajadores). En total, 25,000 personas en paro.

El martes 26 de septiembre, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cumplió su palabra y, en un movimiento sin precedente para un mandatario en funciones, acudió a las líneas de paro en Wayne County, Michigan, para tomar las banderas de la UAW y expresar su solidaridad.

La postura de Biden no sólo pretendió dejar claro de qué lado se encuentra de cara a las elecciones de 2024. Biden ha venido a elevar el estándar para presidentes futuros que quieran presentarse como amigos de los trabajadores y sus movimientos sindicales. O toman las banderas de lucha en las líneas de demostración o difícilmente lograrán credibilidad alguna.

La nota opuesta la dio Donald Trump al día siguiente al presentarse en una planta sin sindicato en Macomb County, Michigan, apenas a unas millas de donde estuvo Biden. Acudió a hacer política a su estilo, brincando de un tema a otro, sin hacer otra cosa que pedir que endorsen su candidatura y arrojar las culpas de los dilemas de la automotriz a la electrificación del transporte. Como si el cambio climático no existiera y se pudieran ignorar los desastres ambientales a los que estamos llegando. Por algo mientras hablaba ya se podían advertir las avenidas de agua que inundarían Nueva York en los últimos días.

Biden, en tanto, fue preciso y transmitió la convicción que había venido anticipando antes de que se rompieran las hostilidades entre las tres grandes de Detroit y la UAW: “Ustedes trabajadores, la UAW, salvaron a la industria automotriz en 2008 (se refería a su bancarrota por entonces). Hicieron muchos sacrificios. Renunciaron a muchas cosas cuando las compañías estaban en problemas. Ahora a ellas les ha estado yendo increíblemente bien. Y ¿adivinen? A ustedes también les debe ir increíblemente bien”.

Con todo y estos eventos históricos, con todo y las ganancias únicas de estos años de Ford, GM y Stellantis/Chrysler, las empresas aún se resisten a poner más de su parte para cerrar la brecha que las separa de las posiciones fundamentales de la UAW: a) Un aumento salarial de 40% prorrateado a cuatro años; b) Asegurar un lugar para la cobertura sindical de la UAW en las nuevas fábricas en proceso –más las que vendrán— para manufacturar vehículos eléctricos.

Los costos de poner un alto a las líneas de montaje ya se acumulan: 1,600 millones de dólares. ¿Hay alguna racionalidad en ello cuando directivos de empresa y de trabajadores, acompañados de sus gobiernos, tendrían que estar trabajando espalda con espalda para diseñar las estrategias que les aseguren un lugar en las industrias del futuro que ahora se deciden desde los cuatro puntos cardinales del planeta?

*El autor coordina la Red Innovación y Trabajo en la Industria Automotriz Mexicana (RedItiam) y el Grupo Interdisciplinario de Transporte Eléctrico y Movilidades Avanzadas (TEAMs). Es miembro del TinkTank para el Transporte Eléctrico Estados Unidos-México de la Alianza MX de la Universidad de California y la SER.