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El hombre que gestiona la espiritualidad de los trabajadores
Javier Fernández Aguado, presidente de Grupo MindValue, una consultora española de alta dirección, está a favor de que si los millennials necesitan una semana de descanso cada tres meses, la tomen. Propone no solo gestionar el conocimiento del personal, sino sus sentimientos. Además, tiene una opinión sobre el liderazgo de los políticos mexicanos.
Sentado en un sillón color café, Javier Fernández Aguado, presidente de Grupo MindValue, muestra la misma la serenidad que mostraba hace unos minutos frente a cientos de personas en el Congreso Internacional de Recursos Humanos de la Asociación Mexicana en Dirección de Recursos Humanos (Amedirh). Acaba de dictar una conferencia sobre el liderazgo en el entorno digital y ahora conversa con Factor Capital humano sobre la espiritualidad y el corazón de los colaboradores.
Fernández Aguado habla claro y tranquilo, de una manera muy alejada del estilo de muchos coach, que le confieren a su tono un dejo de hiperactividad o de eterna e inagotable energía. Y vigor debe tener, ha escrito una treintena de libros, como El idioma del liderazgo, El management del III Reich o Dirigir y motivar equipos, Claves para un buen gobierno.
Ha recibido reconocimientos en su natal España, en Estados Unidos, Gran Bretaña, México y Venezuela. Ha dirigido algunas empresas, pero ahora preside Grupo MindValue, una consultora en alta dirección radicada en Madrid. También es profesor invitado en escuelas de negocios y universidades de Europa, América y Asia.
El alma de las empresas
Las personas tienen necesidades físicas, tangibles, materiales, “pero también intangibles, espirituales”, comenta en entrevista. Sin embargo, la mayoría de las organizaciones ponen atención a las primeras a pesar de que “la mayor parte de las decisiones que toma el ser humano lo hace con el corazón, no con la cabeza”.
A veces los jefes se sorprenden de que los colaboradores renuncien, y muchas ocasiones no se van porque el sueldo sea bajo, “sino porque no se sintieron comprometidos, porque no encontraron un lugar de trabajo con ética y respeto. También porque faltan elementos espirituales que deben estar presentes en la organización”.
Uno de los seis modelos de gestión corporativa que ha creado Fernández Aguado es el Feelings Management, o gestión de los sentimientos. El conocimiento y las habilidades están muy administradas en las empresas, “pero no las necesidades intangibles del personal”.
En ese esquema plantea que “las organizaciones deben tener alma”. Cuando no la tienen son como un dinosaurio, “que puede sobrevivir, pero está muerto y acabará falleciendo”. Además de ganar dinero, las empresas deben “sembrar ilusión, tener un proyecto, satisfacer las necesidades tangibles e intangibles” de los trabajadores.
Si el colaborador quiere ir a surfear a Brasil, ¡que vaya!
Cada empleado tiene necesidades diferentes que los líderes deben saber observar, señala. El especialista en alta dirección, quien está dentro del Top Ten Management Spain, afirma que el liderazgo sigue siendo el mismo incluso en la era de la revolución digital, lo que ha cambiado, en todo caso, son los casos en los que ahora debe ser empático.
Por ejemplo: los millennials. “Hay que ponerse en el lugar de esos jóvenes que empiezan a trabajar y tienen otros valores. Eso implica mayor flexibilidad”. Javier Fernández dirige procesos de entrenamiento con gente joven “que no quiere más salario. Lo que quieren es tomarse unos días durante el trimestre para irse, no sé, a hacer surf a Brasil”.
Eso en una empresa clásica sería inconcebible, advierte. “Pero si hoy quieren mantener el talento, tienen que decirle: ‘vete esa semana, porque volverás mucho más motivada’”. Hace falta flexibilidad, repite.
Políticos mexicanos, malos ejemplos
El mexicano debe tener más confianza en sí mismo, incrementar una sana autoestima profesional basada un trabajo esforzado, analiza. Y si no tiene una consideración buena de sí mismo se debe, entre otras cosas, a “las malas experiencias del liderazgo político” en el país, independientemente de los partidos.
En México “se trabaja bien, pero a veces falta constancia. Mejorando eso crecerá la autoestima” y el país podrá presentarse al mundo como un lugar en el que las cosas se hacen bien. “La imagen al exterior está filtrada por sucesos de corrupción y violencia que no corresponde a la realidad de una nación tan maravillosa”, opina.
En los 28 años que lleva viajando a México se ha dado cuenta que mucha gente ve una falta de preparación y un exceso de inmoralidad en sus políticos, quienes “aprovechan su cargo para enriquecerse”. Y esos dos factores son “una combinación explosiva”.
Tanto en las empresas como en el gobierno se requiere de profesionales íntegros, apunta. “Aquel que no lo sea, hay que removerlo porque genera mal ejemplo”. A lo que más respondemos las personas es a lo que vemos, dice. “Los hijos hacen lo que ven que hacemos, no lo que les decimos”.
Ojalá, espera, el próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador acabe con la corrupción y mejore la preparación técnica. “Lo deseo con toda mi alma”, pero las campañas políticas se hacen en verso y se gobierna en prosa, ironiza.
La prueba del algodón, para comprobar la limpieza, “será el día que aparezcan los primeros casos de corrupción en el nuevo gobierno, a ver qué hace”.