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Celebrar sin bajar la guardia
"Pueblos libres, recordad esta máxima:
Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde".
Jean Jacques Rousseau
La afortunada decisión del congreso poblano para que Puebla se uniera a las trece entidades donde la interrupción del embarazo antes de las doce semanas es legal, debería llenarnos de esperanza, pero también comprometernos a entender mejor la humanidad y la responsabilidad implícitas en esta norma.
La religión y los imaginarios colectivos se han encargado de convencernos de que abortar e incluso pensarlo, es igual a matar un hijo. Estas creencias y la opresiva duda entre detener o no la gestación, hunde a las mujeres un sinfín de exigencias morales que quebrantan su voluntad y propician la existencia de pequeños no deseados, niños obligados a desenvolverse en entornos económicos y sociales hostiles, casi siempre lastimados por el rechazo de las familias que los aceptan por el sólo hecho de “hacer lo correcto”.
Además de limitar la existencia de las mujeres que deciden continuar con el embarazo, estos acuerdos también golpean el ánimo y la suficiencia de las mujeres que, por una causal u otra -sólo la de violación abarca los 14 estados donde existe la ILE-, deciden interrumpir sus embarazos. Es un hecho que muchas de ellas viven oprimidas por la culpa que se les aparece a diario y las cuestiona sobre su derecho a decidir, pero más aún, pone en duda su derecho a una vida feliz, libre de remordimientos y dolor.
Así, y a pesar de estar en vigor desde 2007 en la CDMX y actualmente en los estados de Coahuila, Baja California, Baja California Sur, Colima, Hidalgo, Oaxaca, Veracruz, Quintana Roo, Guerrero, Aguascalientes, Sinaloa, Jalisco y Puebla, la Interrupción Legal de Embarazo tendría ser abrazada por la sociedad en general y no sólo por sus beneficiarias. De nada sirven las leyes cuando seguimos dominados por el prejuicio que motiva la discriminación y el sufrimiento.
La existencia de la lnterrupción Legal del Embarazo y el hecho de que en la CDMX esta ley se amplíe al derecho de las mujeres a una maternidad libre, informada y responsable, no prevé las fallas o los retrasos en el proceder de médicos y enfermeras, tampoco casos tardíos cuando la negación de la mujer se mezcla con el adoctrinamiento de un familiar o las visiones de los grupos que amenazan los esfuerzos que impulsaron esta ley.
Basta reflexionar acerca del poder de los discursos de odio de los gobiernos populistas y de extrema derecha y la forma en que éstos van desmantelando lo construido, conscientes que el poder se obtiene dividiendo grupos y conciencias.
Un buen ejemplo de esto es la Argentina “anarco-capitalista” de Javier Milei. Tras varias marchas y movilizaciones que clamaban por el derecho a decidir de las argentinas sobre sus cuerpos, el aborto antes de las catorce semanas de gestación se convirtió en ley durante el gobierno de Alberto Fernández. La confrontación de la intolerancia sorprendió cuando una diputada del partido de Milei presentó, apenas en febrero de este año, una tentativa de ley para tipificar el aborto como un delito y pidió la cárcel para las mujeres que decidan interrumpir su embarazo. Lo hizo con argumentos retrógradas y un planteamiento mucho más limitante que el código que regía ese país desde 1921 y permitía el aborto en caso de violación. Este último grito del autoritarismo visibiliza su urgencia por despertar controversias a partir de temas sensibles, sin tomar en cuenta a las personas y su dolor.
De la misma manera que en Argentina, es indignante comprobar que la impronta del radicalismo de Trump y figuras como Ron de Santis busquen incidir sobre las normas morales, además de vigilar y controlar cada vez más a la población de los Estados Unidos. Muestra de lo que antes dicho es que, desde mayo pasado, el estado de la Florida prohibe el el aborto tras la sexta semana de gestación.
Estos ejemplos, sumados a la naturalización del terror y los fundamentalismos religiosos, anuncian serias amenazas a todos los avances que hoy nos dignifican como sociedades libres, y si bien, sí es momento de festejar que Puebla respete los cuerpos y la voluntad de sus ciudadanas y desear con fervor que esta ley entre en vigor en todo el país, no podemos bajar la guardia. Ni admitir ningún retroceso más.
La conquista de un derecho siempre implica el camino de la lucha, el activismo y la esperanza. Trabajemos para preservarlos.