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La lucha por el anclaje de las expectativas de inflación
Si bien la decisión monetaria de la Fed se encontraba descontada, ello no reduce el complejo ambiente al que se enfrentan sus pares monetarios alrededor del mundo con dicha decisión
Como era ampliamente esperado por el consenso de mercado, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) de la Reserva Federal (Fed) tomó la decisión de aumentar la tasa de fondos federales en 25 puntos base para ubicarla en un rango de entre 0.25-0.50 por ciento.
Con ello, el ciclo expansivo de prácticamente dos años de duración se ha cerrado, abriendo la ventana a una normalización de su política monetaria.
En línea con el mandato dual de la Fed, el comunicado mencionó que los principales indicadores de la actividad económica y empleo han continuado fortaleciéndose, destacando que la tasa de desempleo ha disminuido substancialmente.
No obstante, la inflación continúa en niveles elevados, no observados en la economía estadounidense en décadas, lo anterior, principalmente, como reflejo de desequilibrios de oferta y demanda relacionados con la pandemia.
Con relación a la lamentable situación bélica entre Ucrania y Rusia, se mencionó que los daños humanos y económicos son de enormes magnitudes y que sus implicaciones para la economía estadounidense son inciertas, pero en el corto plazo es probable que la invasión y eventos relacionados crearán una presión al alza sobre la inflación y se trasladarán a la actividad económica.
En ese sentido, resultaba necesario que el órgano central actualizara sus proyecciones económicas (su última fecha de actualización fue diciembre de 2021) con el fin de robustecer su comunicación con el mercado y dar la señal de compromiso no solo a través de incrementos en su tasa de referencia, sino también reconociendo la complejidad de la actual coyuntura económica.
En tal contexto, destacó que, dentro de las proyecciones, se estima una desaceleración en el crecimiento del PIB para 2022 (2.8% desde 4%) y niveles de inflación sustancialmente mayores para el mismo periodo (4.3% desde 2.6%).
A pesar de que la medida de publicar estimados contribuye al fortalecimiento del canal de expectativas y otorga robustez al perfil institucional, destaca la amplitud que existe entre los rangos provistos por los miembros del FOMC.
Lo anterior refleja que, incluso al interior del órgano central, prevalece la incertidumbre.
Si bien la decisión monetaria de la Fed se encontraba descontada, ello no reduce el complejo ambiente al que se enfrentan sus pares monetarios alrededor del mundo con dicha decisión.
El Banco de México, cuya Junta de Gobierno se reunirá el próximo 24 de marzo, enfrenta una coyuntura por demás desafiante: continuar con su ciclo de alzas en aras de velar por el anclaje de expectativas de mediano y largo plazo resulta menester. Sin embargo, la tasa de referencia se acerca peligrosamente a terreno restrictivo, lo cual podría representar un lastre a la ya deteriorada expectativa de recuperación económica, la cual no solo resulta modesta sino francamente paupérrima.
Desde que el hecho histórico de la pandemia hizo acto de presencia en el mundo, el banco central mexicano se caracterizó por conducir su política monetaria de manera oportuna, gradual y responsable. Sin embargo, existen dos factores que cobran especial relevancia en dicho contexto.
Por un lado, la mayoría de los choques que han incidido en el proceso de formación de precios son de oferta, por lo que los efectos de la política monetaria para el control de la inflación de corto plazo resultan limitados.
Segundo, la política monetaria debería complementarse con una política fiscal adecuada que sea capaz de acentuar sus beneficios y de crear las condiciones necesarias para generar crecimiento y más importante aún, desarrollo económico.
En adelante, el escenario para la inflación luce sombrío; no solo los cuellos de botella alrededor del mundo no ceden, sino que una nueva presión amenaza al nivel de precios: el agravamiento de las tensiones geopolíticas.
Si lo anterior no fuera suficiente, el componente subyacente de la inflación —aquel que excluye bienes y servicios de naturaleza más volátil— no ha dado ninguna señal de debilidad, lo cual podría abrir la posibilidad al hecho de que los choques provocados por la pandemia han traspasado a un nivel estructural, situación que representa un desafío mayúsculo si se habla en términos de bienestar, ya que los incrementos en el nivel de precios son especialmente dañinos para la población más vulnerable por nivel de ingresos.
Dada la complejidad de la coyuntura, pronosticamos que la inflación en México no cederá del 5% en todo el año. Nuestro estimado apunta a que el índice general cerraría el 2022 en un nivel de 5.36 por ciento.