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Las claves de un plan de gastos que sí funcione
En nuestro vocabulario hay ciertas palabras que tienen connotación negativa. Una de ellas es “dieta”, que los nutriólogos han sustituido por “plan de alimentación”. Otra es sin duda el “presupuesto”, que he decidido sustituir por “plan de gastos” y que es un elemento absolutamente indispensable para que podamos controlar nuestro dinero.
La razón es que tener un plan de gastos implica decirle a nuestro dinero qué es lo que queremos que haga por nosotros. Si no lo tenemos, el dinero hará lo que le venga en gana y no sabremos ni en qué se nos fue (o bien, si llevamos un registro de gastos, lo sabremos después, cuando ya no podemos hacer nada para corregir el rumbo).
Tristemente, hay muchísimos artículos con recomendaciones sobre el “presupuesto” que simplemente no son prácticos (aunque suenen coherentes). Por eso es importante entender cuáles son las claves para que nuestro plan de gastos sí funcione.
1. El plan de gastos se hace con el dinero que tenemos en mano. No “presupuestamos” el ingreso (puede ser que no recibamos lo estimado, particularmente si tenemos un ingreso variable). No estamos jugando a adivinar.
En lugar de eso, cada vez que recibimos nuestro ingreso, nos tenemos que hacer una pregunta: “¿Qué es lo que quiero que este dinero que ya tengo haga por mí, antes de que me vuelvan a pagar?”.
Esto implica que si nos pagan por semana, o por quincena, cada vez que ocurra nos tenemos que sentar y decidir en qué vamos a ocupar ese dinero. Esto al principio nos genera una sensación rara, de escasez, porque no estamos planeando todos los gastos del mes, sino sólo de la semana o quincena. Pero uno se acostumbra rápido.
2. Siempre hay que tomar en cuenta los gastos irregulares, aquellos que no ocurren cada mes pero que sabemos que vendrán. Como el Predial, las inscripciones escolares, los uniformes o los regalos de cumpleaños. Es mucho más fácil ir guardando de poquito en poquito para que cuando se presenten los podamos afrontar sin problemas, que tener que pagarlos de sopetón cuando lleguen (lo cual muchas veces hace que las familias se tengan que endeudar).
3. Debe ser flexible. La gente piensa que hacer un presupuesto y cumplirlo al pie de la letra es imposible y por eso claudican. Tienen cierta razón: la realidad nunca es exactamente como la planeamos. El recibo de la luz o del gas no llegan siempre por la misma cantidad: si llega por un monto mayor al presupuestado, habrá que ajustarlo porque de todas formas tenemos que pagarlo.
Por otro lado, siempre hay cosas que se cruzan en el camino y que nos obligan a cambiar los planes. Eso es, entonces, exactamente lo que tenemos que hacer. Un presupuesto no puede ser algo escrito en piedra: tiene que ser una guía que nos permita cambiar el rumbo si se cruza una tormenta. Así de sencillo.
Recuerda: son unas por otras. La idea de un plan de gastos es que te sirva como una guía para tomar tus decisiones. ¿Viste una camisa en oferta que te quieres comprar y que no habías considerado? Mira tu plan. Revisa qué ajustes tendrías que hacer. ¿De qué otra categoría puedes sacar, para poder comprarte la camisa? ¿Eso qué implicaría? ¿Qué es más importante para ti?