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Israel no lo tiene fácil para hacer frente a la toma de rehenes de Hamás
Hamás, el grupo militante palestino con base en Gaza que organizó un mortífero ataque sorpresa contra Israel en el que han muerto, según el último recuento, al menos 1 200 israelíes, ha capturado unos 150 rehenes. Entre ellos hay niños, militares y personas mayores.
La mayoría son civiles capturados en las ciudades fronterizas con Gaza. Hamás ha advertido de que cada vez que Israel ataque un hogar en Gaza “sin previo aviso”, un rehén será asesinado, y esa ejecución será grabada y reproducida públicamente.
Los grupos terroristas históricamente han tomado rehenes para ganar influencia a la hora de negociar concesiones políticas, rescates económicos o la liberación de compañeros encarcelados, y en general para influir en las decisiones del gobierno enemigo.
En este caso, Hamás ha declarado que su objetivo es obligar a Israel a liberar a palestinos encarcelados. Su amenaza de matar a rehenes en represalia por ataques no anunciados contra Gaza es otro ejemplo de intento de coacción a dirigentes israelíes.
Hamás también tiene una vulnerabilidad que muchos otros grupos terroristas no han tenido: un territorio físico propio (Gaza) que puede ser objetivo.
Ocultar a los rehenes en lugares desconocidos de este territorio es un intento de impedir que Israel lance ataques militares que podrían matar inadvertidamente a ciudadanos israelíes. Y la toma de rehenes también podría tener como objetivo levantar la moral de los partidarios de Hamás a nivel nacional e internacional, mostrando las capacidades del grupo para asustar y dañar a un adversario más poderoso.
De forma similar a la toma de rehenes en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972 por parte del grupo palestino Septiembre Negro, otro objetivo probable en este caso es llamar la atención internacional sobre la desesperación de los habitantes de la empobrecida y bloqueada Gaza.
Sin embargo, la atención no conduce necesariamente a la compasión. La toma de inocentes como rehenes, especialmente niños y ancianos, está condenada en todo el mundo, y será difícil generar simpatía por los autores de tales crímenes, incluso cuando pretendan liberar su tierra de la ocupación.
Además, cuando entre los rehenes hay ciudadanos de otros países –como Estados Unidos–, podría invitar a represalias por parte de múltiples países.
Otras dos consideraciones estratégicas detrás de esta acción serían la provocación y el desprestigio. Es probable que Hamás esté recurriendo a una estrategia clásica en la que los terroristas intentan provocar al gobierno atacado para que dé una respuesta demasiado dura.
Es probable que Hamás quiera enfurecer a Israel hasta el punto de que este empiece a arremeter contra los palestinos con una brutalidad cada vez mayor. Esto, a su vez, apoyaría la llamada estrategia del saboteador, al perturbar los actuales esfuerzos por normalizar las relaciones entre Israel y las naciones árabes.
¿Qué opciones tienen los israelíes para responder?
Los gobiernos democráticos se enfrentan a muchos retos a la hora de responder a los grupos terroristas que toman sus ciudadanos como rehenes. Israel debe reaccionar, pero no puede hacerlo de forma exagerada.
Entre las diferentes estrategias antiterroristas que podrían emplear, la represión –incluido el castigo colectivo, un enfoque utilizado con frecuencia por Israel en el pasado– trataría de disuadir a Hamás de llevar a cabo nuevos atentados terroristas, y también de aumentar el sufrimiento entre los palestinos de Gaza hasta el punto de que se levanten contra Hamás.
Algunos ejemplos de represión en respuesta al terrorismo son la prohibición de la libertad de expresión o de las reuniones públicas, la detención de activistas políticos sin causa probable, los registros arbitrarios, la destrucción de viviendas y las deportaciones.
Un informe de las Naciones Unidas de julio de 2020 señalaba:
“Aunque la justificación de Israel para imponer el cierre a Gaza era contener a Hamás y garantizar la seguridad, el impacto real del cierre ha sido la destrucción de la economía de Gaza, causando un sufrimiento inconmensurable a sus dos millones de habitantes”.
Hasta la fecha, la represión no ha producido los resultados buscados por Israel.
Otra estrategia, denominada por los expertos “decapitación”, consiste en capturar o matar a los líderes de un grupo terrorista. Este enfoque plantea tres importantes retos, el más importante de los cuales es localizar a los líderes del grupo cuando se encuentran refugiados en un territorio con tantos túneles como tiene Gaza y entre los partidarios de Hamás.
En segundo lugar, si Israel consigue capturar a los líderes de Hamás, es posible que no haya mucha voluntad política en ninguno de los bandos de este conflicto para negociar un intercambio de prisioneros por rehenes, al menos no mientras la matanza diaria alimente su deseo de venganza. En tercer lugar, si los altos mandos de Hamás mueren, siempre existe la posibilidad de que sean sustituidos por nuevos líderes más brutales que los anteriores.
Por último, otra opción de la que dispone Israel es la negociación. En el pasado, los líderes gubernamentales han acordado la liberación de rehenes israelíes, incluidos soldados, a cambio de la liberación de palestinos encarcelados.
Sin embargo, la negociación casi nunca tiene lugar en medio de una confrontación militar activa. Por el contrario, el patrón histórico sugiere que cualquier negociación potencial esperaría hasta algún tiempo después de que las armas y los cohetes se hayan silenciado.
Los dirigentes de Hamás creen que una fuente fundamental de su legitimidad percibida se basa en su capacidad y voluntad de enfrentarse violentamente a Israel. Así que el reto subyacente es que no hay esperanza de negociar una paz duradera con un grupo que no considera que la coexistencia pacífica sea lo mejor para él.
¿Cómo se trataría a los rehenes en esta situación?
Es difícil decirlo con seguridad. Creo que variará en función de una mezcla de factores contextuales, como quién es el rehén y quién lo tiene secuestrado.
Es probable que los dirigentes de Hamás hayan dado órdenes a sus unidades de que no se haga daño a los rehenes y de que se les traslade y retenga en diversos lugares con la esperanza de disuadir los ataques militares israelíes.
Sin embargo, el cumplimiento disciplinado de tales órdenes no siempre se da entre los grupos terroristas, especialmente en medio de un enfrentamiento militar activo. Dicho esto, la mayoría de los grupos violentos reconocen que si sus rehenes son asesinados, perderán toda posibilidad de negociar.
Encontrar un intermediario en el que confíen todas las partes será sumamente difícil, ya que la confianza es difícil de conseguir en esta región. Y tanto si se trata de un país con influencia –como Estados Unidos– como de una organización internacional, es probable que la oportunidad de que los intermediarios ayuden a organizar la devolución de los rehenes sólo surja después de que hayan remitido los tiroteos activos, los ataques con cohetes y los ataques aéreos.
¿Cómo podría afectar la toma de rehenes al desarrollo de la guerra?
Seguramente se está advirtiendo a las fuerzas israelíes que traten de evitar acciones que puedan dañar a los rehenes. A lo largo de este conflicto, es probable que la asistencia de EE. UU. y otras agencias de inteligencia ayuden a Israel a localizar objetivos que atacar y rehenes que rescatar. Algunos rehenes podrían ser encontrados y reunidos con sus familias.
Es probable que Hamás utilice el drama de los rehenes para generar una atención mediática duradera. Los líderes del grupo pueden pensar que un edificio destruido por una bomba generará algunas fotos y titulares durante unos pocos días, pero la publicación en internet de fotos y vídeos semanales de israelíes cautivos atraerá la atención durante mucho más tiempo. En definitiva, ambas partes deben actuar con cautela.
James Forest, Professor and Director of Security Studies, School of Criminology and Justice Studies, UMass Lowell
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.