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Capital Humano

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Fin de la huelga automotriz: UAW vs. D-3, cambiando la historia

El acuerdo logrado en Estados Unidos entre el sindicato del sector automotriz y las tres grandes de Detroit podría convertirse en un punto de inflexión que dirija el carro de la historia del mundo laboral hacia otra dirección, con una mayor pelea por los derechos de los trabajadores.

Foto: Reuters

Foto: Reuters

Un mes y medio después de ir a huelga, los trabajadores de la Unión Sindical de Trabajadores Automotrices (UAW por sus siglas en inglés) y las tres grandes de Detroit –Ford, Chrysler/Stellantis y General Motors– llegaron a un acuerdo que es (y será) histórico en más de un sentido.

Es un triunfo de la UAW, tanto como es un triunfo de la vía alta (más salarios, más competencias, más productividad) de relaciones de empleo, perdida en Estados Unidos desde hace buen tiempo. Es, por tanto, un punto de ignición en lo que puede ser un cambio de rumbo en la dirección y los balances de poder de aquella relación. Son palabras mayores para el mundo del trabajo no sólo de Estados Unidos, sino de Norteamérica toda. Para elucidarlo, vamos por partes.

La UAW buscaba 40% de incremento salarial y el derecho de organizar las nuevas fábricas para electrificar y/o dotar de energías limpias a los autos de nueva generación. Esto se logró en buena medida. Si agregamos al aumento salarial de 25% promedio los acuerdos por COLA (ajustes salariales por costo de vida) simples y compuestos –que toman en cuenta puntos de partida e incrementos previos), el incremento suma alrededor de 33%, para llevar el salario promedio a 42 dólares por hora.

Nada mal para un contrato de cuatro años y medio. Pero hay varios elementos más por agregar. El salario de los niveles iniciales aumenta 70% promedio, para llegar hasta 30 dólares por hora. Éste es un movimiento vital para terminar con los salarios de dos velocidades (Two-Tier System-TTS) que las armadoras introdujeron en la primera década de este siglo, creando un sistema discriminante de trabajadores de primera y segunda categoría

Habiéndolo importado de México, el TTS creó una escalera paralela de pagos y derechos de los nuevos trabajadores, en la que éstos nunca podrían soñar con tener lo que los viejos obreros sindicalistas lograron en el pasado. Esto implica soñar que podrían ganar bien y escalar para formar parte de la clase media.

Por cuanto al derecho a organizar las nuevas plantas de baterías y autos eléctricos, el acuerdo incluye un lenguaje que abre la puerta a esa posibilidad. Particularmente en Ford y GM. Por ejemplo, en esta última se habla de GMCH, de CCA y de GM Brownstown, al igual que de Ultium Cells y GM Subsystems LLC. Más aún, ahora que se discute el derecho de huelga, como en Ford y Chrysler/Stallantis, el acuerdo con GM incluye el derecho de huelga por el cierre de plantas.

El alcance de los acuerdos

Lo logrado puede leerse de varias maneras. El acuerdo revierte perdidas y concesiones de derechos que el sindicato tuvo que aceptar durante la Gran Recesión de 2008-2009. Incluye ganancias que multiplican cuatro veces lo obtenido en el contrato de cuatro años antes. Proporciona más aumentos de salario base de los que los trabajadores han recibido en las dos décadas previas.

De esta manera, culmina un 2023 histórico en el que los sindicatos han ganado aumentos salariales de 6.6%, incrementos no vistos en 30 años. Un año, en el que por lo demás, la aprobación de la opinión pública sobre ellos alcanza un punto récord de alrededor de dos tercios. En suma, trae beneficios récord para los trabajadores en años en los que las empresas han facturado ganancias récord.

Pero una lectura de más largo plazo será más fundamental. Desde el Acta Taft-Hartley de 1947, y particularmente con posterioridad al cierre de la siguiente década donde la tasa sindical en Estados Unidos alcanzó su mayor nivel (33%), el sindicalismo empezó a ir contracorriente hasta terminar con el 10% de hoy –y pasar de la menor a la mayor desigualdad que haya visto el país–. Tendría y mantendría ganancias que se extenderían hasta la década de los 70, pero siempre en un ritmo declinante, en donde el balance de poder se trasladaba cada vez más del lado de las empresas. Éstas, con los corporativos por delante, demandaban –y obtuvieron--siempre más.

Lo obtenido por la UAW y las automotrices de Detroit ¿vendrá a cambiar esta trayectoria? Mi proposición es que puede ser la chispa que pueda hacerlo. O, si se prefiere, el punto de inflexión que dirija el carro de la historia hacia otra dirección.

Ahora la UAW deberá ir por la sindicalización de Tesla, Toyota y el mar de empresas sin sindicatos y derechos laborales en el Sur profundo del país y en los estados con la mal llamada right-to-work law, con la cual se impide la formación de sindicatos. En tanto, deberá empujar con la administración Biden por cambios en la ley, dentro de otras tareas críticas.

Mi proposición tiene un acento de convicción en los trabajadores automotrices. Ellos y sus empresas provocaron lo mejor que obtuvo el mundo del trabajo en el siglo XX. Ellos están llamados a ser cabeza de la transición ambiental e industrial de este siglo. Nada asegura que lo vayan a lograr. Pero lo pactado por la UAW y las tres grandes de Detroit puede leerse como recuperar el derecho a volver a soñar en, por y desde el mundo del trabajo norteamericano.

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