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Mátalas
Cuando se mira el fenómeno de la pospandemia a la luz de la empleabilidad de las mujeres en general, empiezan a aparecer una serie de fenómenos sociológicos que sólo contribuyen a acelerar las brechas existentes.
El cantante Alejandro Fernández propone a los hombres en su canción “volverse asesino de mujeres” a través de flores, ternura y besos. Naturalmente se trata del uso del lenguaje de manera astuta en una composición que –a pesar de ser reciente– objetiviza a la mujer, aún como aspiración romántica.
Lo sarcástico de esta canción que las audiencias corean a grito herido en conciertos y cantinas es que de muchas maneras no es una metáfora sino la realidad. Es necesario, por supuesto, hacer referencia al incremento de feminicidios en los últimos dos años, a que se haya duplicado la violencia doméstica con ocasión del encierro pandémico. Literalmente nuestra sociedad es asesina de mujeres, por razón de serlo.
Sobre esto se ha dicho suficiente y se ha hecho poco, una manifestación más del estado fallido al cual hacíamos referencia hace algunas semanas. Por el contrario, poco se ha dicho sobre los recientes impactos que este entorno volátil, incierto, cambiante y ambiguo ha traído para la mujer trabajadora.
También es necesario en esta reflexión hacer referencia a las brechas salariales (respecto de las cuales tanto empresas como autoridades en su mayoría parecen hacer caso omiso), a la ausencia de mujeres en la alta dirección y en los consejos de administración. De todo esto se ha dicho mucho y hay apenas unos esfuerzos aislados que aún no pintan en el gran panorama, con algunas empresas, particularmente globales, llevando la vanguardia y otras que no se han dado ni por enteradas.
Dentro de este contexto, las razones de preocupación hoy, cuando ya casi vamos a mitad del primer trimestre del 2022, no son distintas sino adicionales.
El más reciente reporte del Inegi señala que la oferta de empleo se encuentra en niveles aún mas bajos que en los picos de la pandemia: la población disponible para trabajar es ahora de 2.5 millones de personas superior respecto del mismo momento de 2019 mientras que se contraen las plazas. El mismo Inegi señala que la participación de las mujeres en la economía desciende 44.6% y la de los hombres a 76.2 por ciento. Sin duda las mujeres han sido las más afectadas en el entorno laboral, agravando la situación de por sí crítica que traían en 2019.
Cuando se mira el fenómeno de la pospandemia a la luz de la empleabilidad de las mujeres en general, empiezan a aparecer una serie de fenómenos sociológicos que sólo contribuyen a acelerar las brechas existentes".
El nivel de deserción académica en secundaria es considerablemente mayor en las mujeres, aun considerando que la escolaridad en general es también más baja. Esto se presenta como una barrera de crecimiento y desarrollo muy significativa que se ve con mayor gravedad cuando se habla de la alta dirección.
Por otra parte, el rol social entregado a las mujeres sobre el cuidado de los menores y del hogar ha amarrado a la mujer a su casa, atendiendo a los enfermos, pero también educando a los menores en un entorno donde lo remoto dista muchísimo de ser democrático.
Podría decirse que esto obedece a la parte baja (76%) de la pirámide social, pero desafortunadamente se presenta en todas partes, con manifestaciones diferentes.
Cuando hablamos de la demografía de las mujeres en la dirección, nos encontramos con un panorama que de ninguna manera debe sorprender. Tres cuartas partes de las mujeres que están de la gerencia media para arriba presentan una de varias características: son cabeza de hogar, son el ingreso prevalente del hogar, tienen como dependientes a adultos mayores o a menores.
Estas causas obedecen a una construcción sociológica que va por las venas de nuestra cultura y que también ha contribuido a los grandes niveles de empleo informal femenino (e infantil).
Así pues, las mujeres son quienes toman el lado más duro de las consecuencias de un fenómeno de salud que aún está lejos de estar despejado. Las políticas públicas en América Latina en general han resultado fallidas con algunos países como Argentina, Colombia, Panamá y Uruguay que lucen “menos mal”.
Es momento, nuevamente, a hacer un llamado al capitalismo y el liderazgo consciente, que no es de forzar mujeres a los puestos, sino tocar y contribuir al fenómeno estructural que genera la brecha que generan la pobreza y la falta de educación.
Ya tenemos varias generaciones perdidas –tal vez por los asesinos de mujeres de los que habla la canción– y es momento de realizar acciones afirmativas y positivas “desde la raíz hasta la punta” como dicen los productos capilares.
No hay condiciones de competencia igualitaria. Entendamos eso, y empecemos, como miembros de familia, como empresarios, como nación, como sociedad civil y como gobierno a hacer lo que nos corresponde y cumplir con una deuda inaplazable.