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Mujeres que deciden no ser madres: Desafíos, estigmas y resistencias en el mundo laboral
Son la minoría. El 72% de las mujeres en la fuerza laboral tiene hijos o hijas. En cambio, el 28% no es madre. Ser mamá tiene fuertes penalizaciones en el mercado del trabajo, pero decidir no serlo también conlleva obstáculos para laborar en condiciones dignas y libres de violencia.
“El capitalismo es pro natalista”, dice directa Irán Sosa Díaz, cofundadora de la comunidad Nunca Madres. Y luego abunda: “Es pro natalista con las mujeres blancas y eugenésica con las mujeres racializadas”.
A las primeras se les hace creer que pueden ser mamás, trabajadoras y soportar dos, tres jornadas laborales, pero recibir un salario —un mal salario— por sólo uno de sus trabajos.
En cambio, a las otras, las racializadas, de diferentes formas se les comunica que no deberían ser madres, mucho menos si son pobres. Pero una buena opción para ellas es trabajar —con peores salarios— cuidando de los hijos e hijas de las mujeres a quienes sí se les permite reproducirse.
¿Y las que no quieren ser mamás? Ellas deben tener algún problema en su vida para no desearlo, están mal y el sistema se los hará saber. “Nosotras, las que elegimos no maternar, no tenemos cabida en esta sociedad. No nos podemos nombrar, no tenemos inclusión en las políticas públicas ni en las políticas corporativas de las empresas”, dice la activista.
De las más de 23.6 millones de mujeres con trabajo en el primer trimestre de 2023, más de 6.5 millones no tienen hijos o hijas, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Es decir, el 28% no es madre, por lo tanto, es lo que llamarían “minoría”.
Nunca Madres fue creada para acompañar a la mujeres y personas con capacidad de gestar en su proceso de toma de decisión de no tener hijos o hijas, así como para quienes ya la tomaron, explica Isabel Cortés, también fundadora de esta comunidad.
“Pero son bienvenidas otras personas, por ejemplo, alguna madre a quien le parezca interesante el tema y quiere mostrarles a sus hijas, como parte de su crianza, que tienen varias opciones de vida”.
La súper mujer
Irán Sosa, en México, e Isabel Cortés, en Colombia, decidieron no ser madres desde hace mucho tiempo. “Pero no encontramos una comunidad que hablara de estos temas en nuestro idioma”, dice la mexicana.
Pero además, “es súper importante contar con espacios seguros para nosotras y cualquier mujer”, porque las comunidades “que ya están creadas tiran medio mala onda y un poco de odio a las mamás, o a veces a las mismas crías. No, eso no puede ser”, agrega.
“Reconocemos que las resistencias y las luchas son distintas para todas las mujeres. Algunas están por el aborto, otras contra la esterilización forzada y otras más en otros temas urgentes”.
El tema de decidir no ser madre sigue siendo un tabú, dice Isabel Cortés. Mínimo, es un tema incómodo. “Uno de los objetivos de Nunca Madres es visibilizar esta decisión y que la conversación comience”, pero de otra forma a la que ha sido abordada. Hasta ahora, “quienes no queremos ser madres somos tildadas de egoístas, amargadas”.
Otra parte de la conversación que hay que cambiar es donde se habla de la “súper mujer”. Isabel Cortés dice que la narrativa de la mujer que escoge su carrera por encima de la familia es relativamente nueva. Es “un arma en contra de quienes deciden no ser madres”.
A finales del siglo pasado, hace el recuento, “nos vendieron la idea de que la mujer puede tenerlo todo. No solamente entrar al tema carrerista y alcanzar ciertos niveles en la industria”, hasta donde el techo de cristal les dé, “sino también ser esposa, madre, cuidar y manejar una familia”. Porque son las mujeres las administradoras del hogar.
“Al sistema no le interesa que las mujeres dejen de tener hijas o hijos. Lo que la mujer puede o no puede hacer siempre ha ido según le conviene al sistema capitalista, es así es así de sencillo”.
Pero ha sido el neoliberalismo el sistema que más ha explotado los cuerpos de las mujeres para reproducirse, para que se encarguen de cuidar a lo que ese mismo sistema llama o capital humano o consumidores sin que el Estado ni las empresas se hagan cargo, y para que además produzcan en el mercado laboral, coinciden las activistas.
En ese contexto, cuando alguien se rebela a ser madre por propia elección tendrán un castigo.
Las sanciones a la no maternidad
“Cualquier decisión que tomes, la maternidad o la no maternidad, implica renuncias, las cuales traerán duelos. Por eso, lo más importante es acompañarnos”, dice Irán Sosa.
También habrá sanciones. En el trabajo, “a las que decidimos no maternar nos piden que ayudemos a la compañera que sí es mamá. Nosotras no deberíamos asumir esa carga y no es contra las mamás”.
Si la empresa o si el sistema no tiene quién le produzca al ritmo que quiere, “tiene que parar” o buscar otra solución que no sea delegarle su responsabilidad a una mujer sin hijos o hijas, dice. “Hace falta que las políticas corporativas consideren a las morras que han decidido no maternar”.
En cuanto al Estado, la reforma constitucional para crear el sistema nacional de cuidados no ha sido aprobada. Y es cierto, expresa, hay que “colectivizar los cuidados, desde nuestra no maternidad podemos acompañar en la crianza a las mamás. Porque es suficiente ya con el antagonismo”.
Sin embargo, tampoco las mujeres que no son madres pueden sostener lo que el Estado no sustenta. Mujeres madres o sin hijos o hijas “hemos subsidiado el trabajo del hogar y las tareas de cuidado”. Además, el trabajo de cuidados no sólo se ejerce hacia otras personas, es también para una misma.
Luego, otra forma de penalización a las no madres es con los salarios, dice Isabel Cortés. “Es posible que se tome en cuenta que la trabajadora no tiene hijos para no subirle el sueldo o para no darle el ascenso, por esta idea de que no lo necesita, no tiene a quién mantener”.
Es también común, agrega, “que nos digan que no somos madres, no podemos estar cansadas o no sabemos lo que es estar verdaderamente cansadas”. Las circunstancias de cada persona son distintas y medir el mundo con base en parámetros establecidos no ayuda a nadie, dicen las activistas.
En los centros laborales hace falta mucha sensibilización e información para respetar las decisiones de vida de sus trabajadoras, concluyen.