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Populismo laboral: El canto de las sirenas
“Las implicaciones de aprobar una ley sin el estudio correspondiente, y sin el acompañamiento de las y los expertos, traería consecuencias que, en ocasiones, ni siquiera contemplan quienes se encargan de crear leyes en nuestro país”.
En días pasados, el jefe del Ejecutivo Federal solicitó a la bancada de su partido, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), detener algunas de las iniciativas en materia laboral que parecían de inminente aprobación en las semanas próximas. Dada la mayoría legislativa con la que cuenta el partido en comento, la instrucción del presidente resulta suficiente para “congelar” dichas propuestas, argumentando que las mismas podrían ser utilizadas para fines electorales. Ni duda cabe que lo anterior es absolutamente cierto.
Puntualmente, las iniciativas laborales que parecían destinadas a aprobarse eran, en orden de probabilidades, las siguientes:
- Ampliación de la licencia de paternidad
- Aumento de aguinaldo
- Reducción de la jornada laboral
En lo que respecta a la primera, el suscrito ha sido enfático en la necesidad de ampliar dicha licencia, desde hace tiempo atrás. Los escasos cinco días que actualmente dispone la ley, no obstante tratarse de un “piso mínimo”, resultan totalmente insuficientes para el cuidado de una persona recién nacida y, a su vez, dicha situación termina acentuando la inequidad de género, pues hace parecer que la labor de cuidado es responsabilidad de solamente una de las dos personas involucradas. Lo cual desde luego es falso.
Expuesto esto, la ampliación en primera instancia parecía una fantástica noticia. Sin embargo, en las “letras chiquitas” de la iniciativa aparecía un problema: Dicha licencia sería absorbida total y completamente por las empresas, sin participación alguna de la Seguridad Social del Estado. Así, una iniciativa absolutamente necesaria, pasó a ser una de poco carácter técnico y viabilidad financiera.
Por cuanto hace al aumento del aguinaldo, quien escribe se ha opuesto sistemáticamente a dicho aumento (en los términos que se han planteado dichas iniciativas, no al aumento como tal) por un sinfín de razones y, dicho sea de paso, ninguna de esas razones tiene que ver con resistencia a la mejora de derechos.
Por el contrario, lo que muchos no quisieron ver en su momento, es que de proceder dicho aumento, las consecuencias hubieran sido verdaderamente catastróficas para la economía. Desde la generación de informalidad, el impacto en las mipymes y el aumento de la inflación, pero, sobre todo, la crítica principal estriba en que se trataba de una iniciativa que no se acompañaba del régimen fiscal necesario para convertirla en realidad. Aumentos del 100% como el que se proponía necesariamente deben acompañarse de una reforma fiscal que permita hacerlo. De otra forma, dicha iniciativa simplemente era una buena intención, sin el acompañamiento técnico necesario.
En lo que respecta a la reducción de la jornada semanal a 40 horas, aquí se ha dado cuenta de lo necesario que es transitar, de manera gradual, a una jornada que permita a las personas trabajadoras tener vida más allá del trabajo. Sin embargo, una vez más, dicha iniciativa carecía totalmente de solidez técnica. En concreto, quien suscribe presentó argumentos en contra en el Parlamento Abierto, toda vez que dicho planteamiento, pretendía reducir de manera abrupta de 48 a 40 horas.
A estas alturas, ha sido sobradamente explorado que las mejores prácticas internacionales han reducido gradualmente la jornada. El caso chileno y el caso colombiano acreditan que, tratándose de este tipo de reducciones, las mismas deben pasar primero a las 45 horas, luego a las 42 y finalmente a las 40, si es el caso.
Una vez analizadas de manera general las tres iniciativas, lo que verdaderamente debe llamarnos la atención es la ligereza con la que se legisla en nuestro país. Seamos francos, oponerse a las tres iniciativas aquí expresadas resulta verdaderamente antipopular y, por lo mismo, a los partidos políticos les acarrea un costo político muy alto decir no a este tipo de propuestas. Sin embargo, hago votos por que algún día alcancemos el nivel legislativo que nos permita la creación de leyes mucho más allá de la intención y el populismo que, claro está, no distingue partidos políticos ni ideologías.
Las tres iniciativas aquí planteadas tienen seguramente buenas intenciones y ahí, en la intención, seguramente podremos coincidir. No obstante, las implicaciones de aprobar una ley sin el estudio correspondiente y sin el acompañamiento de las y los expertos, traería consecuencias que, en ocasiones, ni siquiera contemplan quienes se encargan de crear leyes en nuestro país.
Señoras y señores legisladores: su trabajo es hacer el bien para el país, al máximo de sus capacidades. Y eso, no necesariamente implica ser popular. Tomen su trabajo con absoluto rigor y háganse acompañar. A muchos nos interesa que este país prospere y que consigamos un Estado de bienestar.
Ser legislador o legisladora no implica ser experto en todo, ni tener experiencia en todo. Es difícil medir las consecuencias laborales o empresariales de una ley, cuando nunca se ha trabajado fuera del presupuesto de la federación. Por eso y por mucho más, escuchen a quienes votamos por ustedes.
En ocasiones, hacer lo correcto implica ser impopular. La tentación del canto de las sirenas y del populismo laboral siempre estará ahí; es tarea de todas y todos subir el nivel y legislar con altura de miras.