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A propósito de destapes
La semana pasada, en el evento “México: perspectivas económicas”, al que asistió el cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, el canciller Luis Videgaray Caso elogió de manera desmesurada al secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio Meade Kuribreña, uno de los cuatro nombres pronunciados por el senador Emilio Gamboa como posibles candidatos del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República. / Videgaray expresó que el hoy secretario de Hacienda fue su compañero en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), de ahí que fuera testigo de su “trayectoria impecable”, de su “patriotismo”, de su “inteligencia”, de “su amor a México” y de la “integridad” del economista. El secretario de Relaciones Exteriores de México manifestó que bajo el liderazgo de Meade, “México tiene rumbo y claridad”, palabras mayores, sin duda.
Ya encarrerado el ratón encomiástico, el Canciller comparó a Meade con don Plutarco Elías Calles, fundador de su partido —del partido de Videgaray porque Meade es apartidista— ya que ambos son los únicos mexicanos en ocupar cuatro secretarías en dos períodos gubernamentales.
Poco acostumbrados a que un secretario de Estado haga un elogio tan elocuente de un compañero de gabinete, comenzaron las especulaciones. Hubo quien pensó que el enaltecimiento de la personalidad de quien en ese momento sólo era secretario de Hacienda y Crédito Público, dos días antes de que la Comisión Nacional del Proceso Interno del partido tricolor se erigiera, era un desacato, por parte de Videgaray. Por otro lado resultaba increíble, dada la experiencia del Canciller en las lides políticas y su cercanía con el Mandatario, que haya sido éste, motu proprio, el autor de la exagerada apología de Meade.
En lo particular fui de los que creí que lo dicho por Videgaray era una nueva fórmula de destapadismo ejercida por el presidente a través del hombre de su mayor confianza.
Pero me desconcertaron las palabras de Peña Nieto, en un mensaje emitido en plural, pero obviamente dirigido a Videgaray, manifestó: “Andan bien despistados todos. El PRI como lo ha hecho siempre, con un gran compromiso con México habrá de seleccionar a quien tenga mejores condiciones para la competencia que habrá de enfrentar”. No es la primera vez que un Primer Mandatario, en lo referente al destape del candidato del PRI —en este caso particular no podemos hablar de sucesor— engaña con la verdad.
Los observadores y estudiosos del tema sobre el tapadismo coinciden en que el señalamiento del contendiente por la candidatura presidencial del partido del presidente, resulta parte del juego de poder para quien elige y una aflicción para los que son aspirantes.
Uno de los destapes que ejemplifica lo que afirmo es el realizado por don Adolfo Ruiz Cortines. Cuando llegó la temporada sucesoria, deliberadamente y en distintas ocasiones, don Adolfo filtró tres nombres con posibilidades de sucederlo: Ángel Carbajal, secretario de Gobernación; Gilberto Flores Muñoz, secretario de Agricultura y Ganadería, y el doctor Ignacio Morones Prieto, secretario de Salubridad y Asistencia. El máximo jerarca del PRI era el general Agustín Olachea Avilés. El taimado Ruiz Cortines a cada uno de los tres que más sonaban les hizo creer que él sería el ungido. Un día Ángel Carbajal, veracruzano al igual que don Adolfo, le dijo que había recibido muchos telegramas de apoyo a su candidatura. ¿Como cuántos? —preguntó el presidente. Como 15,000, contestó el aspirante. ¿Y los ha leído todos? —preguntó el socarrón mandatario. Sí señor. Guárdelos todos muy bien —le recomendó el presidente— en su momento nos pueden servir de mucho.
Con la recomendación del presidente, Ángel Carbajal sintió un soplo de aliento sobre la aprobación del presidente por su candidatura. Posteriormente, en una reunión entre don Adolfo y el general Olachea, el presidente le dijo al militar, Ángel Carbajal ya no está en la lista. Con él seríamos tres, de manera consecutiva, los veracruzanos presidentes del país. Me parece un exceso.
Tal vez de todo su gabinete con quien mejor relación manifestara sería con Gilberto Flores Muñoz, al que le decía El Pollo y “gallo de espolón muy duro”. En una reunión de gabinete le pidió a Antonio Carrillo Flores, secretario de Hacienda y Crédito Público: “Hay que limpiarle el escritorio al Pollo”. Los presentes creyeron que con esa frase don Adolfo marcaba su preferencia por Flores Muñoz. Después Ruiz Cortines dijo: Si Gilberto fuera el bueno ¿qué objeto tendría limpiarle el escritorio?
Al doctor Morones Prieto le dijo que había planes a largo plazo para él. Luego en una plática con el general Olachea tocó el tema Morones Prieto, del cual dijo: es competente y patriota como Juárez, honrado como Juárez. El general presidente del PRI creyó que ya estaba la decisión a favor de Morones. La reunión terminó, pero al despedirse el presidente le pidió al general que investigara si era cierto que Adolfo López Mateos, su secretario del Trabajo, era de religión protestante.
En la siguiente junta el general Olachea le dijo al presidente: Señor, ya le traigo la información que me pidió sobre López Mateos. Ese es el bueno —dijo don Adolfo.
A Adolfo López Mateos lo sucedió Gustavo Díaz Ordaz. Lo que dio origen a un famoso epigrama escrito por Francisco Liguori que comparto con ustedes: Te vas López Mateos/ López Mateos te vas/ Mas te vas haciendo feos/ pues dejaste a Díaz Ordaz.