Lectura 6:00 min
El populismo nunca dura
En última instancia, el populismo siempre será un fenómeno temporal porque sus prescripciones de política económica simplemente no funcionan. Los partidos que quieran posicionarse para el éxito a largo plazo deben proporcionar una gestión económica sólida.
WASHINGTON, DC. Comprender el regreso del populismo es crucial para dar sentido a la política actual. Esto es válido sobre todo en Estados Unidos, tanto para el presidente electo Donald Trump y los congresistas republicanos que se preparan para gobernar, como para los demócratas mientras intentan recuperarse de su sorprendente derrota.
El populismo que impulsó el ascenso de Trump a mediados de la década de 2010 tiene sus raíces en la crisis financiera global de 2008. La recesión y lenta recuperación que siguieron causaron grandes padecimientos a más de la mitad de los trabajadores, y eso generó ira y descontento. El salario medio real (deflactado) no volvió a su nivel de 2007 hasta 2014. Como expongo en un artículo de 2021, si la expansión hubiera terminado entonces, el salario medio real no se habría recuperado, a pesar de cinco años de crecimiento económico.
Además de los costos económicos directos, la crisis debilitó la confianza en el sistema financiero y en la capacidad del gobierno para promover el bienestar general. Era un terreno fértil para el populismo, fuera de izquierda o de derecha.
Populismo es un término muy usado, pero rara vez definido. Yo lo veo como una suma de tres características: una visión del mundo que opone el pueblo a las élites, pesimismo sobre la marcha actual y futura de la economía y un deseo de replegarse como país. En Estados Unidos, las primeras manifestaciones de estas tendencias fueron el auge del Tea Party en la derecha y el movimiento Occupy Wall Street en la izquierda. Al llegar 2013, habían llevado al presidente Barack Obama a declarar (incorrectamente, en mi opinión) que la desigualdad es “el desafío que define nuestro tiempo”. Después de eso, Trump se hizo con el liderazgo del Partido Republicano, y el agitador populista Bernie Sanders estuvo a punto de hacer lo mismo en el Partido Demócrata.
La crisis de 2008 fue mundial, de modo que también se ha producido un resurgimiento populista en el Reino Unido y Europa. Esto se corresponde con la pauta histórica. Los datos de los últimos 150 años muestran que el populismo es una respuesta frecuente a las crisis financieras. La buena noticia es que esos mismos datos muestran que después retrocede; por lo general, se vuelve a los niveles precrisis después de unos diez años.
De hecho, en 2018 yo tenía la sensación de que el auge populista se estaba terminando. Se apreciaba cada vez más una veloz mejora de la situación económica del hogar típico de clase trabajadora; había disminuido el malestar de los estadounidenses, y era posible imaginar al país enfrentando el futuro unido y con más confianza.
Pero justo cuando comenzaba esa recuperación, en los primeros meses de 2020 llegó la pandemia del Covid-19. Igual que otras anteriores, trajo consigo trastornos políticos y sociales, y una percepción generalizada de fracaso catastrófico de las élites dio nueva vida al populismo.
Estas percepciones no siempre eran incorrectas. Las restricciones a la actividad económica no caen bien en un país que, como Estados Unidos, está tan comprometido con la libertad individual; sobre todo cuando parecía a veces que los funcionarios de salud pública inventaban directrices sobre la marcha, como la regla de los dos metros. Incluso tras el despliegue general de vacunas y terapias, los padres tuvieron que enfrentar ridículos periodos de cuarentena obligatoria para enfermedades infantiles rutinarias. En vez de reabrir las escuelas en el otoño de 2020, la opinión de las élites mantuvo a los niños fuera de las aulas demasiado tiempo, lo que para muchos supuso una pérdida educativa trágica de la que nunca se recuperarán.
Para aquellos a quienes el populismo nos preocupa, el lado positivo de esta historia reciente es que confirma la naturaleza transitoria del fenómeno. Si los trabajadores estadounidenses tuvieran unos cuatro o cinco años de crecimiento firme del salario real, es de prever que el sentimiento populista retroceda una vez más como ocurrió antes de la pandemia.
Aclaro que mi expectativa no es que el populismo trumpiano se extinga, sino que pierda potencia y trascendencia política. La derecha siempre ha tenido una corriente populista. El éxito político de Pat Buchanan en los 90 prefiguró el de Trump. En las primarias republicanas de 1996, en la fase más importante de elección de delegados que termina con el supermartes, Buchanan obtuvo el 23% de los votos. La cifra de Trump en las primarias de 2016, en el mismo marco temporal, fue de 34%. Si en futuras primarias republicanas el apoyo al populismo volviera a porcentajes como el de Buchanan, podríamos hablar de un regreso a la línea de base.
La lección para los demócratas es que la gestión económica importa. La reducción del crecimiento del salario real en el quinquenio que siguió a la crisis financiera de 2008 dio paso a este capítulo populista de la historia de EU, y la veloz inflación de precios de los últimos cuatro años (que erosionó la mejora reciente del salario nominal) trajo de nuevo a Trump a la Casa Blanca.
Tras el abandono tardío de la carrera electoral por parte del presidente Joe Biden, muchos líderes demócratas pensaron que la gente elegiría a la vicepresidenta Kamala Harris, para evitar a un candidato que desagrada a más de la mitad del país. Pero al final Trump recibió más votos que en 2020, en parte porque muchos (a pesar del desagrado) comprendieron, acertadamente, que las políticas de la administración Biden contribuyeron a que se acelerara la inflación, se estancara el crecimiento del salario real y los precios de consumo llegaran a niveles récords.
También hay una lección crucial para los republicanos. Aunque los votantes estén dispuestos a aceptar a un presidente que hará experimentos con guerras comerciales y políticas migratorias draconianas, eso puede cambiar más rápido de lo que muchos piensan. Si los republicanos quieren volver a ganar en 2028, tendrán que poner en práctica políticas que mejoren la vida de la gente durante los próximos cuatro años. Las políticas populistas no funcionan, y los republicanos inteligentes que quieran prolongar el éxito de su partido buscarán políticas que sí lo hagan.
El autor
Michael R. Strain es director de Estudios de Política Económica en el Instituto Estadounidense de la Empresa y autor de The American Dream Is Not Dead (But Populism Could Kill It) (Templeton Press, 2020).
Traducción: Esteban Flamini
Copyright: Project Syndicate, 2025. www.project-syndicate.org