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Opinión

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Hipergigantes. Arde brillante, muere joven

Constelación de Orión, con Rigel y Betelgeuse, las más grandes y brillantes. Foto: Shutterstock

Constelación de Orión, con Rigel y Betelgeuse, las más grandes y brillantes. Foto: Shutterstock

A partir de las 10 masas solares es cuando las estrellas se vuelven realmente gigantescas, y es entonces cuando las clasificamos como Supergigantes. Como ya sabemos, esto les asegura una vida más bien breve para ser objetos estelares, por lo que son invariablemente jóvenes, apenas unos pocos millones de años, nunca más, y al morir regresan al cosmos toda la materia que aún conservaban en el evento más luminoso del universo, una supernova. Esta suele ser el principal diferenciador que las distingue de las gigantes rojas, condenadas a no ser más que un resto inerte flotando en el espacio.

A partir de aquí es que encontramos las estrellas más grandes y luminosas del Universo, las más escasas y también las más impresionantes. La constelación de Orión, por ejemplo, la más conocida y fácilmente identificable del firmamento terrestre está formada mayormente por supergigantes, las más cercanas a nuestro sistema solar. Rigel o Beta Orionis, el pie izquierdo del cazador, es 70 veces más grande que el Sol y unas 60,000 veces más luminosa. Alnilam y Alnitak, dos estrellas de las que forman el grupo más conocido de la constelación, el cinturón de Orión, son estrellas supergigantes también; de unas 40 y 20 masas solares respectivamente,  Alnitak es sin embargo 100,000 veces más luminosa que el Sol. Betelgeuse o Alfa Orionis es la estrella más brillante de la constelación, de unas 20 masas y 600 radios solares es apenas 60,000 veces más brillante que el Sol, y la novena más brillante del firmamento, lo mismo que Rigel. Esto se debe a que, mientras mayor sea la superficie de la estrella más fría tiende a ser debido a la dispersión de la energía procedente de la fusión de los elementos que componen el núcleo, por eso las estrellas hipergigantes pueden ser menos luminosas incluso que una supergigante.

A las estrellas más masivas, grandes y brillantes que conocemos las denominamos Hipergigantes, y son las más escasas y de vida más breve. Tienen una superficie tan grande que irradian enormes cantidades de luz al espacio, y con ella una gran cantidad de su masa a un ritmo muy acelerado, gracias a la escasa gravedad de su superficie. La estrella Pistola, en la constelación de Sagitario tiene unas 150 masas solares y su brillo es 10 millones de veces superior al del Sol, tan grande que ilumina una gigantesca nebulosa, que le da su nombre. Se ubica cerca del núcleo de la Vía Láctea, probablemente debido a que las condiciones en el centro del disco galáctico favorecen el crecimiento de estrellas de esta magnitud.

Aún mayor es Rho Cassiopeiae, una hipergigante amarilla tan brillante que se puede ver a simple vista a pesar de estar a miles de años luz de distancia del Sol. Es la estrella más brillante de la Vía Láctea, y sólo hay otras 6 como ella en la galaxia y otras 8 que hemos identificado en el resto del Universo. Estas estrellas se encuentran siempre en alguna de las diferentes fases a través de las que pasan las estrellas hipergigantes a lo largo de su vida. En sus últimas etapas se convierten en supergigantes rojas, las estrellas más grandes que hemos encontrado nunca, y creemos que se encuentran en los límites de lo que la física permite crecer a las estrellas. Esto por supuesto está sujeto a cambios sin previo aviso, gracias a los frecuentes avances en astronomía.

¿Y cuáles son, pues, las estrellas más grandes del cosmos? La verdad es que no lo sabemos. Estrellas de estas magnitudes son tan grandes, brillantes y usualmente tan lejanas que los instrumentos y técnicas de medición actuales hacen que cualquier imprecisión o error en el cálculo provoque enormes variaciones en nuestros cálculos. Además, estamos hablando de cuerpos estelares con diámetros del tamaño de sistemas solares enteros, que lanzan al espacio cientos de millones de toneladas de materia en forma de viento estelar cada segundo, y eso las vuelve aún más difíciles de medir. Conforme la ciencia avanza y nuestras técnicas de medición se refinan, las estrellas más grandes de la lista irán cambiando. Mi favorita personal, y campeona mundialmente aceptada es Stephenson 2-18, en la pequeña constelación del Escudo en el cielo austral, a unos 20,000 años luz de nuestro planeta.

Básicamente todo acerca de Stephenson 2-18 desafía las leyes que creíamos establecidas respecto de la masa, radio y luminosidad de las estrellas. Se cree que empezó como una estrella de secuencia principal de unas 10,000 masas solares (más de 80 veces lo que creíamos posible en una estrella de ese tipo) y unos 2,100 radios solares, un 25% por encima del límite teórico, y es más de medio millón de veces más brillante que el Sol. Si de repente éste fuera reemplazado por Stephenson 2-18, su corona se tragaría entera toda la órbita de Saturno. Incluso a la velocidad de la luz nos tomaría más de nueve horas darle una vuelta completa (si eso fuera posible) y estamos convencidos que se encuentra en medio de otro cambio de fase en su vida de hipergigante, al final de la cual la materia que la compone será expelida al Universo, para nutrir la siguiente generación de estrellas que seguirán el mismo destino, creando los elementos de los que usted, yo, y todos los seres vivos en el Cosmos estamos hechos.

solounpalido.azul@gmail.com

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Es ingeniero en Sistemas Computacionales. Sus áreas de conocimiento son tecnologías, ciencia y medio ambiente.

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