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Capital Humano

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Como de año en año: Las mujeres invisibles

“Tenemos que ser honestos y pensar qué tanto estamos contribuyendo a la invisibilidad de las mujeres en nuestro propio entorno: ¿Estamos propiciando otra generación de mujeres invisibles? ¿Estamos promoviendo la visibilidad de nuestras hijas e hijos al mismo tiempo que condenando personas a la invisibilidad… bajo el mismo techo?”.

Ilustración EE: Nayelly Tenorio

Ilustración EE: Nayelly Tenorio

“La educación te hace libre, y ése es el mayor acto de rebeldía que se puede ejercer”, Eufrosina Cruz.

En marzo del 2020 por primera vez sentí que el movimiento feminista iba a generar impactos. Marchas bien organizadas, el “día sin mujeres” en las empresas, los poderes Legislativo y Judicial en línea. Terminada la marcha de rigor del día 8 empezaron discusiones serias y articuladas. Nadie hubiera imaginado que a esa discusión le quedaba una semana, pues llegó la pandemia ocasionada por el Covid-19 y el foco de la humanidad cambió, y por bastante tiempo.

El cantante Alejandro Fernández propone a los hombres en su canción “volverse asesino de mujeres”, a través de flores, ternura y besos. Naturalmente se trata del uso del lenguaje de manera astuta en una composición que –a pesar de ser reciente– objetiviza a la mujer, aún como aspiración romántica.

Lo sarcástico de esta canción que las audiencias corean a grito herido en conciertos y cantinas es que de muchas maneras no es una metáfora, sino la realidad. Es necesario, por supuesto, hacer referencia al incremento de feminicidios en los últimos dos años, a que se haya duplicado la violencia doméstica con ocasión del encierro pandémico. Literalmente nuestra sociedad es asesina de mujeres, por razón de serlo, y la silla del Ejecutivo, lejos de verlo como una preocupación, lo ve como una amenaza.

Estamos ya en el mes de marzo, mes internacional de la mujer, y se avecinan, como siempre, las reflexiones en las cuales se hará referencia a las brechas salariales (respecto de las cuales tanto empresas como autoridades en su mayoría parecen hacer caso omiso), a la ausencia de mujeres en la alta dirección y en los consejos de administración.

La razón de preocupación no es distinta a la del 2020, las causas son muchas y las soluciones estériles en su mayoría, pero sí las hay adicionales.

El más reciente reporte del Inegi señala que la oferta de empleo se encuentra, en términos nominales, en niveles significativamente más altos que cualquier otro primer semestre reciente, que el mercado muestra señales de recuperación versus el 2019 como factor de referencia.  Aun así, la desocupación (entre económicamente activa o no) nos muestra que hay más de 7 millones de personas disponibles, muchas de ellas no capacitadas para el trabajo. Dentro de ello, cuando el Inegi reporta el empleo de mujeres en pareja, encuentra que el 7% de las mujeres son quienes traen las tortillas a la casa a través del ingreso familiar único, y 33% de los hombres lo hacen cuando ellos son económicamente activos.

Este ejemplo sencillo nos permite entender que el problema raíz es realmente la pobreza y que, en consecuencia, vivimos una problemática de exclusión más que de inclusión, como lo señala la diputada oaxaqueña Eufrosina Cruz.

La combinación de tres elementos: mujer, pobreza y falta de educación básica, hace que la viabilidad de esta persona para ser parte de la población económicamente activa es microscópica. Y eso implica que estas mujeres estén condenadas a ser invisibles.

Por otra parte, el rol social entregado a las mujeres sobre las tareas de cuidado y del hogar ha amarrado a muchas a su casa, atendiendo a los enfermos, pero también educando a los menores en un entorno donde lo remoto dista muchísimo de ser democrático. Una causa más de la invisibilidad, podría decirse que esto obedece a la parte baja (76%) de la pirámide social, pero desafortunadamente se presenta en todas partes, con manifestaciones diferentes.

Invito a quien lee a pensar qué tanto estamos contribuyendo a la invisibilidad de las mujeres en nuestro propio entorno: ¿Estamos dándole a las mujeres que ayudan a las tareas del hogar los mínimos de educación, salud y seguridad, o simplemente les pagamos un sueldo? ¿Somos cómplices de la invisibilidad? ¿Estamos propiciando otra generación de mujeres invisibles? ¿Estamos promoviendo la visibilidad de nuestras hijas e hijos al mismo tiempo que condenando personas a la invisibilidad… bajo el mismo techo?

Es momento, nuevamente, de hacer un llamado al capitalismo y al liderazgo consciente, a contribuir para abatir el fenómeno estructural que genera esta brecha, que es la pobreza y la falta de educación. Ya tenemos varias generaciones perdidas –mujeres condenadas a lo invisible– es momento de realizar acciones afirmativas y positivas “desde la raíz hasta la punta”, como dicen los productos capilares.

No hay condiciones de competencia igualitaria: entendamos eso y empecemos, como miembros de familia, como empresarios, como nación, como sociedad civil y como gobierno, a hacer lo que nos corresponde y cumplir con una deuda inaplazable.

Colofón: Por favor no manden rosas ni violetas el próximo 8 de marzo, no feliciten a nadie. No es una celebración, es una conmemoración de la lucha de miles de mujeres en contra de la invisibilidad. En vez de las flores y los abrazos, pensemos qué podemos hacer para lograr que una mujer deje de estar fuera de la vista de los demás, invisible.

Tiene una carrera de más de 30 años en áreas de Recursos Humanos en las industrias de consumo masivo, aviación y de servicios financieros. Hoy es Director de Capital Humano de Alpura. Es abogado con estudios de ciencia política y desarrollo humano en Cornell University, University of Notre Dame, University of Asia and the Pacific, Pontificia Universidad Javieriana y el ITESM. Es consultor, autor y profesor universitario.

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