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Opinión

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El renacer del racismo estadounidense

Tome usted esta columna como un llamado de alerta. Estados Unidos está viviendo un momento de cambio profundo y abierto en sus actitudes hacia la variedad racial estadounidense. Una gran mayoría de estadounidenses está enfrentando el legado histórico profundamente arraigado de las estructuras y las ideas racistas.

Hay quien dice que Donald Trump le debe su presidencia a México y a su discurso racista con el que inició su primera campaña presidencial.

Hoy el racismo está de regreso, no solo en la voz de Trump, sino del segundo en importancia y en apoyo de los actuales precandidatos republicanos a la presidencia. Ron DeSantis, el gobernador de Florida, y su ley antiinmigrante que entró en vigor el sábado uno de julio. Esta es sin duda su carta de representación más clara hasta hoy. 

El autor de las teorías de racismo abierto que vimos durante la presidencia de Trump, se llama Stephen Miller. Este asesor de campaña de Trump, poco a poco se convirtió en su consejero y asesor ideológico más cercano en la Casa Blanca. Hoy, lo que Miller introdujo en el partido republicano de Estados Unidos está resonando con enorme fuerza otra vez.

En diciembre de 2019, el equipo “Hatewatch” que traducido significa “Vigilantes del odio”, y que pertenece a la organización antirracista más relevante de Estados Unidos, el Southern Poverty Law Center, publicó una enorme colección de más de 900 correos electrónicos en los que Miller comunicó a sus contactos en la organización de extrema derecha Breitbart News algunas de sus teorías y principios de la superioridad blanca.  Esto ocurrió justo antes de las elecciones presidenciales de 2016. 

En esos correos electrónicos, Miller, asesor de la campaña de Trump en ese momento, expuso sus conceptos más radicales de ideología racista incluidos: la teoría del "gran reemplazo"; los temores de que ocurra un genocidio de la población blanca a manos de las nuevas corrientes inmigratorias a Estados Unidos; y la supuesta “ciencia racial” llamada “Eugenics”.

Traducida, “Eugenics” es la teoría científicamente errónea e inmoral de la “mejora racial” y la “reproducción planificada”. Es la misma teoría que ganó popularidad a principios del siglo XX. Los eugenistas de todo el mundo creían que podían perfeccionar a los seres humanos, creando razas superiores y eliminando a la misma vez a las razas inferiores, para erradicar con esas razas inferiores los males sociales a través de la genética y la herencia.

Con esa base, Trump, Miller y su gente vincularon a los inmigrantes con el crimen común, la desobediencia social y la falta de una raza inteligente.

En la presidencia de Trump se promovió con mucha fuerza el libro acerca de genocidio imaginario, “The Camp of the Saints”, como una hoja de ruta, a ser seguida en todos sus detalles en las actividades políticas estadounidenses.

“El Campamento de los Santos” es una novela de ficción francesa de 1973 en la que el autor Jean Raspail, conocido también por ser un explorador, hace un relato ficticio especulativo, describiendo la destrucción de la civilización occidental a través de la inmigración masiva del Tercer Mundo a Francia y el mundo occidental.

Curiosamente, en las diatribas de superioridad blanca del asesor Miller, lo único que faltó notablemente fue el antisemitismo. Quizás eso se explique porque increíblemente Miller es judío. 

El contrasentido no termina ahí. Estados Unidos tiene una población judía importante e influyente y, aun así, el antisemitismo siempre ha sido una muy fea característica del discurso político estadounidense.

Se lo menciono porque en muchos sentidos, este es el regreso de una vieja tradición política estadounidense, no un fenómeno completamente nuevo.

El miedo a los inmigrantes de diferentes tradiciones religiosas también tiene una larga historia en los Estados Unidos; eso fue lo que impulsó el partido político “Know Nothings”, que en la década de 1850 fue establecido por nativistas que solo reconocían los derechos de los que habían nacido en Estados Unidos. Más adelante se llamó “The American Party” y fue crucial estableciendo las reglas racistas de la Ley de Inmigración de 1924, que entre sus muchos ultrajes impidió la inmigración de Asia y que, aun así, permaneció vigente hasta 1965.

Como respuesta en oposición a esos extremos raciales, Estados Unidos promulgo y puso en vigor el Acta de Derechos Civiles de 1964, precisamente para eliminar la segregación racial y la discriminación basada en raza, color de la piel, religión, sexo y origen nacional.  

Por eso hay que considerar que el daño hecho por Donald Trump es considerable. Considere usted que antes de esa influencia nociva, las actitudes públicas habían empezado a cambiar para mejorar las relaciones raciales.  Pero el renovado ataque contra los inmigrantes de México, de América Latina y de muchos países del tercer mundo, nos comprueban que hubo un paso atrás que hoy es lo suficientemente importante para hablar abiertamente de él. 

Mucha gente se da cuenta de que es el momento de rechazar a los racistas, sus ideas, teorías, y principios políticos, y que, de no hacerlo, eso sí sería perfectamente capaz de poner en peligro al avance de Estados Unidos.

La mejor prueba de lo destructivo de todas estas ideas y teorías racistas renaciendo en Estados Unidos están contenidas en la nueva Ley de Inmigración de Florida. Esta ley atenta contra de la decencia humana, pero también es un acto cobarde, en el que una sociedad manipulada, ataca a los segmentos de la población que menos se pueden defender, y que por sus “características de ilegalidad” tienen ya los dados cargados en contra de ellos en cualquier proceso legal de defensa.

Increíblemente, como ocurre con atentados sociales como el nazismo, los principios básicos de estas teorías raciales pueden efectivamente terminar con lo que, supuestamente, tratan de proteger.  

Setenta por ciento de los trabajadores agrícolas en el estado de Florida son inmigrantes mexicanos y centroamericanos sin documentos migratorios.  Esa gente y su trabajo barato, fueron lo que convirtió a Florida en un importante productor agrícola. Por eso, atacar a esos trabajadores, es al mismo tiempo atentar contra la economía floridana. Muchos de estos migrantes, por su propia seguridad se han ido a otros estados, pero la mayoría no tiene ni a donde ir, ni dinero con que mudarse ellos y sus familias. 

Ahora muchos quedan a merced de una ley que no reconoce documentación emitida por otros estados y que da a las policías facultades para arrestar a quienes sospechen son indocumentados.   A los hospitales los obliga a examinar la calidad migratoria de quienes requieren servicios médicos. Esos servicios serían proporcionados, pero dígame usted, ¿si usted estuviera ilegalmente en el estado de Florida, iría a un hospital para recibir atención médica sabiendo que lo primero que hay que manifestar es su falta de estancia legal?

Ahora el estado de Kansas, también el uno de julio promulgó la ley antiinmigrante HB-2350, que sus críticos dicen permitirá el uso de perfiles raciales, y con el pretexto de castigar el contrabando de indocumentados penalizará a quienes les asisten.

Algo que quiero dejar claro, es que no todos los estadounidenses son racistas.  Las encuestas recientes muestran que las actitudes estadounidenses hacia la integración racial y la inmigración se han vuelto más abiertas entre los liberales y los conservadores por igual, con dos tercios de los estadounidenses en una encuesta reciente del Pew Research Center, “Centro de Investigaciones Estadísticas Pew”, diciendo que “la apertura a las personas de todo el mundo es esencial para quienes concibieron a Estados Unidos como una nación formada por inmigrantes del mundo entero".

Está de más decir que no existe ninguna base científica que confirme las teorías de la superioridad racial. Todas las razas son igualmente humanas, y no hay evidencia de que una raza sea inherentemente mejor que otra.

En Estados Unidos, con Donald Trump y Ron DeSantis como dos de los más importantes actores políticos de la actualidad, es necesario que mucha gente se dé cuenta de cómo el racismo enfermo podría apoderarse de la presidencia del país más poderoso del planeta.

Tradicionalmente, en la política estadounidense la necesidad de unir a los partidos políticos ha llevado a los candidatos más importantes en pugna en un mismo partido, a unirse en parejas para la presidencia y la vicepresidencia.

Por eso se habla ya de tener a Donald Trump como candidato presidencial y a Ron DeSantis como su candidato vicepresidencial. La poetisa afroamericana, Maya Angelou decía acerca de las actitudes raciales estadounidenses: “Cuando alguien te muestre quien es… créele la primera vez”.

Si Trump regresa a la presidencia sus asesores Stephen Miller, Steve Bannon, Roger Stone y muchos otros regresaran con él y si con ellos llegara De Santis a la vicepresidencia, entonces el racismo estadounidense encontraría nuevo vigor y tendría su renacer más importante de los últimos cien años.

Durante tres décadas Armando Guzmán ha estado al frente de las coberturas noticiosas más importantes en Washington DC. Televisión, Radio, Prensa escrita, Internet. Armando tiene una presencia diaria en todos los medios en México y Estados Unidos cubriendo los ángulos más serios de las noticias y emitiendo un análisis imparcial, claro y a fondo. Es el periodista que más sabe y entiende lo que ocurre en Estados Unidos, y conoce y entiende también lo que ocurre en México. Conoce a las figuras nacionales estadounidenses que hacen noticia, y lo mas importante esas figuras lo conocen y respetan su trabajo.

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