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Opinión

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Todos los festivales le deben algo a Woodstock

El rapero Common, Michael Lang (cofundador de Woodstock) y John Fogerty. Foto: Reuters

El rapero Common, Michael Lang (cofundador de Woodstock) y John Fogerty. Foto: Reuters

El evento en su momento fue único. Durante tres días en agosto de 1969, medio millón de personas se congregó en la granja de Max Yasgur en Bethel, Nueva York, para un happening de puro amor y paz, un encuentro para celebrar la música y el optimismo generacional.

A lo largo de tres días desfilaron nombres como: The Who, Jimi Hendrix, Santana, Sly & The Family Stone, The Grateful Dead, The Band, Joan Baez, Ravi Shankar, Richie Havens, Janis Joplin y Canned Heat, quienes construyeron parte de su historia en este momento seminal. Woodstock fue el primer festival de música masivo y sin él tal vez no tendríamos eventos como Glastonbury, Lollapalooza o el Vive Latino (que recién celebró sus primeros 20 años).

Los testimonios del primer Woodstock son contrastantes. Hubo músicos que no pudieron llegar a la sede del festival por el tráfico que provocado, la lluvia provocó un terrible lodazal, se reportaron un par de intoxicados y las presentaciones estuvieron plagadas por una pésima organización y una calidad de audio más que deficiente. Como en todo festival masivo, los baños también fueron un problema.

El vocalista de The Who, Roger Daltrey, en su memoria recién publicada Thank You, Mr. Kibblewhite, cuenta que su experiencia en el festival fue todo menos “amor y paz”. La banda británica interpretó su ópera rock Tommy varias horas después de lo planeado. Aunque Daltrey nunca estuvo satisfecho con su interpretación, gracias a esta presentación, The Who se consagró como una de las bandas más reconocidas de su generación.

Woodstock representó el clímax de la era de Acuario, que culminó con el trágico festival de Altamont, las muertes de Janis Joplin y Jimi Hendrix al año siguiente. Gracias al documental de Michael Wadleigh, se creó un mito sobre el idealismo de los sesenta. Woodstock parecía ser un momento que se quedaría guardado en la memoria colectiva de los baby boomers y las subsecuentes generaciones que crecieron con el aura y la mitología de este legendario evento.

Este verano, un nuevo Woodstock cobrará vida en Watkins, Nueva York, donde sus creadores buscarán revivir la llama del pasado y retratar la esencia de los festivales de música que hay alrededor del mundo. “Será un cartel ecléctico”, dijo Michael Lang, uno de los cofundadores, a la revista Rolling Stone.

La nueva encarnación del festival tendrá una dosis de rock, hip-hop “algo de pop y algunas de las bandas de legado del festival original” y busca reflejar que los públicos de hoy en día son multigeneracionales y trascienden los esquemas del género y el tiempo.

Durante las ediciones de los noventa el festival trató de reflejar los momentos culturales del momento donde el rock alternativo, el metal y el hip-hop eran los sonidos relevantes. Esperar que esta edición del festival de Woodstock sea idéntica a la primera es algo ingenuo.

No deberíamos de espantarnos porque Miley Cyrus, The Killers y Jay-Z compartirán el escenario con The Dead & Company, David Crosby & Friends, The Zombies, Canned Heat, Hot Tuna o John Sebastian. Los puristas podrán ver a Robert Plant o disfrutar de sus descendientes de Michigan, los chicos de Greta Van Fleet y seguir despotricando de que no ha habido una banda de rock buena desde Led Zeppelin.

El festival de Lollapalooza, que también presentó un cartel lleno de nuevos artistas, refleja el cambio que están viviendo los festivales de música. En estas décadas, estos eventos se han esmerado por mejorar su infraestructura, oferta de servicios y en crear una experiencia multisensorial. En muchos casos la música pasa a segundo plano.

Perry Farrell, uno de los creadores de Lollapalooza, consideró que un cartel diverso ha ayudado a que el festival se mantenga vivo y atractivo para nuevo públicos. “La diversidad es la especia de la vida que le da a uno el apetito para probar nuevas cosas. ¿Qué desabrida sería la vida si sólo hubiera una tribu musical?”

antonio.becerril@eleconomista.mx

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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